Mucha fiscalidad y pocas ventas
Cuando la regata Cutty Sark hizo escala en Santander en el verano de 2002, la capital cántabra recobró la memoria de un pasado ya lejano en que la imagen de grandes veleros surcando su bahía formaba parte de su identidad. Pero también fue la constatación de la capacidad de atracción turística que tiene la náutica, si se acierta a aprovechar todo su potencial.
En la estela de ese acontecimiento y buscando repetir su impacto en la hostelería y en el comercio santanderino, se puso en marcha en 2005 el I Festival del Mar, que este verano celebrará su tercera edición. Volvió a tener una respuesta masiva de visitantes. Pero se trataba de eventos puntuales, cuyo efecto se diluye tan pronto como la última vela se pierde en el horizonte, una vez acabado el festival.
Ahora, Santander se encuentra ante una nueva oportunidad para que una gran cita deportiva deje, por fin, un poso que permita promocionar la bahía santanderina como un referente para la práctica de los deportes náuticos en el Cantábrico. Su designación para acoger el Campeonato del Mundo de Vela, que se celebrará en la primera quincena de septiembre de 2014, atraerá cerca de mil barcos y 1.400 deportistas de un centenar de países para disputar las pruebas más importante de vela después de los Juegos Olímpicos.
El Gobierno cántabro pretende sacar partido al impacto publicitario que va a suponer este evento. Entre los cinco ejes estratégicos sobre los que quiere basar el desarrollo de Cantabria, el presidente regional, Ignacio Diego, ha incluido el aprovechamiento de las condiciones que reúne el litoral para la práctica de la náutica deportiva. Su objetivo, según dijo, es utilizar la celebración del Mundial de Vela para «dejar estructuras productivas que pervivan dentro de un sector náutico más importante que el actual». Con esta frase un tanto críptica, Diego parece ir más allá del uso que se pueda dar en el futuro al edificio que el arquitecto Alejandro Zaera va a levantar junto al CEAR (Centro de Alto Rendimiento de Vela) para almacenar los barcos durante la competición.
Una actividad en retroceso
Pero si el presidente escuchase a quienes practican a diario la náutica deportiva en la bahía santanderina se encontraría con planteamientos que tienen poco que ver con las citas deportivas o con las grandes infraestructuras. Lo que los navegantes santanderinos piden, y por extensión cuantos atracan sus barcos en alguno de los puertos deportivos de la región, son cosas mucho más concretas, como que se rebaje la elevada presión fiscal que sufren las embarcaciones de recreo –especialmente en Cantabria–, y que se atenúe el excesivo rigor de las sanciones con que se penaliza cualquier infracción a los reglamentos de navegación. O, en el caso de los que tienen sus atraques en las marinas de la bahía santanderina, que no se les penalice con las tasas que la Autoridad Portuaria les cobra con el argumento de que se encuentran en terrenos del Puerto, aunque sus actividades tengan poco que ver con el tráfico mercante.
El primer obstáculo que desanima a quienes se interesan por la náutica deportiva es la elevada fiscalidad que soportan las embarcaciones, y que supera a la que se aplica al automóvil. La compra de un barco de más de ocho metros de eslora está gravada, además del consabido IVA, con un 13% de impuesto de matriculación, una carga fiscal que no existe en ningún otro país de Europa. Este 31% inicial explica que muchos opten por comprar barcos matriculados en otros países. En opinión de un buen conocedor de este mercado, como Jaime Piris, propietario de Yates y Cosas, si se eliminase el impuesto de matriculación sobre barcos mayores de ocho metros, el estado recaudaría mucho más en concepto de IVA, porque se venderían muchas más embarcaciones de ese tipo, que se sitúan en un rango de precios más elevado.
Además, cada vez que ese barco se vende de segunda mano –algo muy habitual y que puede ocurrir varias veces a lo largo de la vida de una embarcación–, se le cobra en Cantabria un 8% de Transmisiones Patrimoniales, cuando en Galicia la tarifa es del 1% y en el País Vasco y Asturias, del 4%.
A esas cargas fiscales hay que añadir el excesivo rigor que, en opinión de los aficionados a la náutica se aplica en ciertas infracciones. El mero hecho de llevar una bengala caducada puede ser sancionado con 1.500 euros de multa.
Por si esto no bastara, los que navegan en la bahía santanderina sufrieron a partir de 2004 una subida de las tasas de la Autoridad Portuaria del 400%. Actualmente un barco de siete metros paga en tasas 300 euros al año y otros 300 por el amarre.
Caída de la matriculación
Todas estas cargas, sumadas a la larga crisis económica hace que la actividad náutica haya decrecido de manera notable. Según un estudio de la Asociación Nacional de Empresas Náuticas (ANEN) sobre el impacto económico de la náutica de recreo en España, en Cantabria se matricularon 105 embarcaciones en 2010, mientras que el pasado año únicamente se produjeron 62 altas (–40,9%).
Con este retroceso, ha desaparecido el problema tradicional de los amarres, tanto en la bahía santanderina como en otros puertos deportivos de la región. Un caso paradigmático es el del flamante puerto de Laredo, que sigue a la espera de ser ocupado. Ante tanto pantalán vacío, el precio medio del amarre en marinas como la de Santander ha descendido desde los 25.000 euros que llegó a costar en 2007, hasta los 15.000 actuales. Los que no se han modificado son los precios de los barcos nuevos, pero desde hace cuatro años no se han tocado, ni siquiera para reflejar el IPC.
Ante este panorama, es lógico que el sector vea con cierto escepticismo cualquier anuncio de impulso a la náutica como reclamo turístico, al menos hasta que no amaine el temporal económico, y que proyectos como la ampliación de Puertochico, con pantalanes al otro lado del espigón, o la dársena deportiva de Varadero, deban esperar.
Frente a esta realidad, surge la ocasión de un Mundial de Vela, que puede poner a Santander en el mapa de los regatistas que van a competir en la ciudad y que quizá vuelvan en un futuro. Pero el auténtico impulso a la náutica deportiva vendrá de una política que tenga en cuenta el sentir de quienes la practican y haga de Cantabria una región atractiva no solo por sus condiciones naturales sino por ser capaz de competir en este terreno con otras regiones de la Cornisa.