Cuando la Administración para a la Administración

Un director general de Transportes manifestó en Santander, a propósito de una manifestación de transportistas, que lo llamativo no es un camión pare, sino que circule. No lo decía, por supuesto, para ponerse de parte de los huelguistas, sino como reconocimiento de la miriada de autorizaciones y certificados que necesitan llevar encima, sobre todo los que hacen rutas internacionales. Con las obras públicas pasa algo parecido. Lo sorprendente es que se hagan. Han de superar tantos trámites y requerimientos administrativos que, en estos momentos, hay paralizadas no menos de media docena, y cada una de ellas con razones singulares.
La Variante de Comillas está detenida por unos murciélagos de cuya existencia ni siquiera hay constancia formal. La razón puede parecer peregrina o, incluso, trivial, pero ha podido más que las máquinas, al menos hasta ahora. Una asociación ecologista nacional defensora de los quirópteros ha conseguido que el juez paralice la obra, ante la posibilidad de dañar el hábitat de alguna de las veinticuatro especies de este pequeño mamífero volador que habitan en el eje Torrelavega-San Vicente de la Barquera, varias de ellas en las cuevas de la zona donde se construye la variante.
Se da la circunstancia de que esta obra, presupuestada en seis millones de euros, ya tenía aprobada la Declaración de Impacto Ambiental, donde se recogen estas circunstancias, y durante la ejecución hay un seguimiento ambiental permanente.
La paralización no sólo causa un retraso en la obra, sino que tiene notables efectos económicos, de los que Obras Públicas no podrá resarcirse aunque la sentencia le sea favorable.

Cuando el policía es de la casa

En otras ocasiones, la paralización no la plantea el Juzgado, sino la propia Consejería de Medio Ambiente, que vela por la conservación del hábitat. Esas guerras internas en el Gobierno regional son mucho más frecuentes de lo que pudiera suponerse y generan tensiones que no suelen aflorar al exterior. En estos momentos hay dos carreteras paradas por la Consejería que dirige Francisco Martín, y ambas de mucha importancia: la reforma de la que une el puerto de Piedras Luengas con Potes, una de las pocas entradas naturales de la comarca de Liébana, y la carretera más cara de cuantas ha abordado la autonomía, el corredor interior que enlaza las dos salidas a la Meseta, entre Los Corrales y Puente Viesgo.
Este último debiera haber sido inaugurado hace casi un año, puesto que los trabajos estaban prácticamente concluidos en la primavera pasada, pero una modificación del trazado en el enlace con la Autovía de La Meseta, en Barros, echó por tierra todas las expectativas. Después de construir un espectacular y carísimo puente atirantado, la Consejería de Obras Públicas se encontró con la señal de alto de la Confederación Hidrográfica del Norte, que no estaba de acuerdo con los enlaces previstos sobre el río Saja. La Consejería tuvo que rectificar y rediseñarlos para poder concluir la obra. Tras obtener el visto bueno de la Confederación, reanudó la obra con toda confianza pero, como el conductor cazado dos veces en el mismo trayecto, nada más poner las máquinas en marcha se encontró con otro policía que le dio el alto y esta vez el agente era de casa: la Consejería de Medio Ambiente.
Que una Consejería desautorice las obras que otra del mismo Gobierno autoriza puede parecer una paradoja, pero no es infrecuente. En este caso se produjo como consecuencia de la distinta interpretación de la Ley de Evaluación Ambiental Integrada que hace cada departamento. Obras Públicas entendió que al ser el proyecto original de la carretera anterior a la Ley, la modificación no tenía que someterse a sus nuevas exigencias, y no sacó la reforma a exposición pública, mientras que Medio Ambiente cree lo contrario, y teme que no hacerlo depare sentencias en contra.
En otra obra de importancia han vuelto a chocar la Consejería de Obras Públicas con la de Medio Ambiente, en la mejora de la carretera que enlaza el puerto de Piedras Luengas con Potes, una salida natural de Liébana hacia la Meseta y, probablemente, la única alternativa que habrá durante muchas décadas para desplazarse hasta Reinosa sin tener que descender, previamente, hacia la costa.
El problema ha sido muy parecido y la obra ha estado parada un año largo. Finalmente se optó por dividir el proyecto en dos partes y la primera ya ha conseguido el visto bueno de Medio Ambiente, por lo que, como en el caso de la de Puente Viesgo–Los Corrales, será posible reanudarlas.
Lo más llamativo es que este tipo de circunstancias no se habían producido en épocas anteriores, cuando se tomaban muchas menos medidas ambientales y ni siquiera era imaginable un decreto como el de Carreteras Ecológicas, que ha servido para hacer las reformas efectuadas sobre las rías de La Rabia y El Capitán, en el entorno de Oyambre.

El Estado también lo sufre

No siempre son los jueces o el celo de las Administraciones públicas los que causan la paralización de una obra. A veces son los propios adjudicatarios. En el gigantesco túnel que se construye bajo el monte de El Brusco, un cuello de botella que está impidiendo concluir el saneamiento de las Marismas de Santoña, se han producido todo tipo de problemas. Las condiciones geológicas de un terreno kárstico, donde la roca se mezcla con vetas de tierra, hacen que la perforación sea muy trabajosa, ya que las máquinas se enfrentan a condiciones muy distintas a cada momento. Esto ha provocado renuncias de los adjudicatarios y que Acciona, que ahora está al frente de las obras, reclame una renegociación del precio para continuarlas.
El túnel debía haber entrado en servicio en 2008, según la previsión inicial, y es imprescindible para que todo el sistema de canalizaciones del saneamiento pueda enlazar con un emisario submarino que lleva años construido.

El rosario de obras paradas en Santander

En el ámbito municipal también se producen circunstancias parecidas. En Santander, dos suspensiones de pagos han provocado un rosario de paralizaciones en obras que ya se encontraban en marcha y la ralentización de varias más.
La más significativa de estas carambolas es la provocada por el concurso de acreedores de Cenavi, adjudicataria, junto con Emilio Bolado, de la parcela que ocupan los bomberos y el TUS en Cajo a cambio de la construcción, sin coste, de las nuevas instalaciones de estos servicios municipales en Ojáiz.
Cenavi y Bolado ya tenían muy avanzadas la nueva sede de Bomberos, las cocheras del TUS y los Talleres Municipales cuando se produjo el concurso de acreedores de la empresa propiedad de Eugenio Nava. Bolado aprovechó el momento para pedir una renegociación de las condiciones pactadas con el Ayuntamiento de Santander para continuar las obras, puesto que la aparición de la crisis había desvalorizado el solar que recibirían a cambio, pero el Ayuntamiento rechazó esta pretensión. La pugna entre las dos partes ha dejado las tres obras paradas y con una difícil continuidad, puesto que los trámites legales para rescatar la concesión y volverla a concursar son largos y complejos.
La paralización de estas tres obras, a su vez, afecta a la marcha de otros trabajos. Al no poder derribarse, como estaba previsto, el Cuartel de Bomberos y las cocheras del TUS de Cajo, ha quedado atascada la obra del Enlace de La Marga, que necesita parte de esa finca, por donde se hará un paso inferior. No obstante, las autoridades se niegan a reconocer que ésta es la causa de que la obra avance a un ritmo muy lento, quizá porque la Delegación del Gobierno, que sufraga el Enlace, no quiere polemizar con el Ayuntamiento y ha accedido incluso a construirle un aparcamiento público en la zona, con el que podrá hacer un saneado negocio.
Para una ciudad en la que apenas se han hecho obras en estos últimos años, la paralización de cuatro de las más importantes representa una catástrofe. Sobre todo cuando también se han atascado los aparcamientos de Mendicouague y de Tetuán, en el primero de los casos por el rechazo de parte de los vecinos y en el segundo por la crisis de la constructora vasca a la que le fue adjudicado. Esta última obra se va a reanudar, después de más de dos años, de la mano de una nueva empresa.
Ni la opinión pública ni el sector de la construcción se han pronunciado, curiosamente, sobre estas paralizaciones de obras en marcha, aunque suponen un volumen de actividad muy importante para una época de crisis. Y tampoco cabe olvidar la ristra de proyectos paralizados por el retraso del Plan General de Santander: la sede de Moneo, La Remonta o el Museo de Los Cántabros. Eso sí, todo lo que no se hace ahora significa trabajo para el futuro, aunque quizá entonces no haga tanta falta.

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