El filón de la industria agroalimentaria

La suspensión de pagos de la fábrica cántabra de surimi Multiprosur, para poder renegociar su deuda bancaria, y el bajo ritmo de producción de la industria de sucedáneos de anchoa construida en Reinosa pueden ser dos consecuencias más de un descenso en las ventas de productos alimentarios de gran consumo que se observa desde hace algunos meses en el mercado español y que aún no tiene una explicación clara, pero el conjunto del sector agroalimentario cántabro no parece intimidado, a tenor de las iniciativas de inversión que hay en marcha.
Después de una década de renovación de las instalaciones industriales, las empresas conserveras más importantes inician la segunda fase del proceso: la introducción de nuevos productos y maquinarias. Las inversiones más significativas son las que van a realizar Consorcio Conservero y Anchoas Lolín.
Consorcio ultima la puesta a punto de su nueva fábrica en Santoña, que destinará a conserva y semiconserva. La nave, de 5.000 metros cuadrados, ha sido diseñada como un almacén robotizado que agilizará las tareas de envasado y paletización y contará con varias líneas de preparados de anchoa y bonito. La nueva instalación se situará a la vanguardia de la tecnología que se aplica en la industria conservera y puede estar operativa en febrero, lo que permitirá a Consorcio duplicar la producción del grupo, un salto muy significativo si se tiene en cuenta que el pasado año la firma santoñesa elaboró 750.000 kilos de filetes de anchoa y procesó cuatro millones y medio de kilos de túnidos, después de hacerse con el control de Pelazza.

Fábrica de fabada en lata

No es la única iniciativa de ampliación industrial que tiene en marcha esta conservera. Aplicando una estrategia de diversificación, Consorcio adquirió en 2005 la firma asturiana de platos precocinados Campanal con la idea de construir una nueva fábrica en las proximidades de Gijón. Este proyecto ha sido abandonado en beneficio de la propia Santoña, ya que finalmente ha optado por emplear una de las naves del Grupo para albergar la fabricación de los envasados de Campanal, entre los que destacan las fabadas.
La nueva planta tiene unos 1.500 metros cuadrados y ha sido equipada con maquinaria de última generación, por lo que nada recordará a la vieja fábrica de Campanal, junto a los astilleros Juliana, en una zona de Gijón que será transformada urbanísticamente. La previsión es que a finales de febrero comiencen a salir de la factoría de Santoña de los primeros platos precocinados de la conocida marca asturiana.

Lolín se lanza al bonito

La otra gran iniciativa industrial en el sector conservero, corresponde a Lolín, que va a dedicar las dos últimas plantas de su fábrica de Castro Urdiales, actualmente infrautilizadas, a la elaboración de bonito fresco. Un proyecto inmediato en el que va a invertir 4,5 millones de euros –casi todo en equipamiento– y que exigirá aumentar la plantilla en unos 30 puestos de trabajo.
Otra iniciativa vinculada a la pesca es la planta de transformación y comercialización de pescado que la organización de armadores de altura (OPECA) planea construir junto a la Lonja de Santander y en la que invertirá cinco millones de euros. Si se cumplen las expectativas del proyecto entregado en la Autoridad Portuaria de Santander, la planta funcionará con diecisiete trabajadores.
También ha coincidido en el tiempo otras inversiones de una empresa que utiliza el pescado como materia prima. Es el caso de Barandica, que ha completado sus instalaciones de Mercasantander con la construcción de una nueva nave frigorífica de algo más de mil metros cuadrados. Una ampliación que permitirá ampliar la producción de este mayorista de pescados y mariscos en unas 500 toneladas al año.

Patés con vegetales

Dos pequeñas firmas familiares, Caprichos del Norte y Bacalaos Liquete también están preparando el traslado a sendos polígonos industriales, siguiendo la tendencia inevitable de todas aquellas actividades que han quedado cercadas por el desarrollo de los núcleos urbanos.
Caprichos del Norte ha elegido Mercasantander para levantar una nave de 500 metros cuadrados donde seguir elaborando sus patés, bajo la denominación de ‘Caprichos del Mar’, y con varias marcas blancas para conserveros de Cantabria y Asturias.
Los patés de esta empresa cántabra, cuyo territorio natural son las tiendas de delicatessen, se distribuyen en todos los centros comerciales de El Corte Inglés, así como en los hipermercados Eroski y Carrefour de la zona norte.
La necesidad de ampliar la capacidad de producción ha sido una de las razones que les ha llevado a plantearse el abandono de su nave de San Román de La Llanilla, que desde finales de los ochenta alberga esta actividad, ya que anteriormente estuvo ocupada por otra industria de patés en la que llegó a participar Sodercan.
La nueva fábrica les permitirá diversificar aún más su gama de patés, a la que ya ha incorporado nuevos sabores. Los habituales de cabracho, salmón, centollo o anchoa, van a ser acompañados, a petición de una cadena de delicatessen de Galicia, por el paté de mejillón y el de sardinillas con albariño. Y está en estudio una gama que incorpora vegetales, con mezclas tan innovadoras como gambas con espinacas, setas con ajo fresco, brócoli con nueces o queso fresco con manzana. Con ello se trata de crear una línea de productos saludables y, al tiempo, responder a la demanda de variedad planteada por el consumidor.
También cambiará de ubicación otra pequeña empresa familiar, Bacalaos Liquete, que trasladará sus instalaciones de la zona de Cros, Camargo, a dos naves del Polígono de Morero, en la vecina localidad de Guarnizo. La ampliación del espacio le permitirá mejorar los procesos de fabricación, centrada en la preparación del bacalao en varios formatos.

Una sala de despiece

El dinamismo que presenta la industria alimentaria ligada a la pesca contrasta con la atonía de otro sector en el que Cantabria tiene todas las condiciones para despuntar, el de la carne.
Con una industria cárnica prácticamente abastecida desde otras comunidades, los mataderos de la región mantienen un nivel de sacrificios modesto. Una buena noticia en este panorama tan anodino es la recuperación de actividad en Marcansa, cuyas instalaciones de Guarnizo están siendo reformadas por su nuevo propietaria, la sociedad Carmeh 2000, integrada en el grupo madrileño Los Norteños. Sin embargo, no será este grupo el que gestione directamente el que era principal matadero de la región hasta su cierre en julio de 2005, sino una nueva sociedad, Gestión Cárnica del Norte, que lo hará en régimen de alquiler.
Otra novedad es la sala de despiece con tienda que la empresa salmantina Cárnicas Bonsabor ha levantado en Sierrapando (Torrelavega). Esta firma fue creada en 2002 aunque su empresa matriz, Cárnicas del Oeste cuenta con un cuarto de siglo de existencia. El mismo año de la creación de Bonsabor se introdujo ya en Cantabria –donde ha abierto locales comerciales en Santander, Torrelavega y Maliaño– y en Sevilla. Estas tiendas se aprovisionaban hasta ahora desde las salas de despiece que el grupo tiene en Salamanca y Plasencia, pero ahora podrán hacerlo desde la recién construida en Torrelavega.
La decisión de Bonsabor de operar en Cantabria es consecuencia de las relaciones que mantenía con empresarios locales del sector cárnico. Una elección que ha supuesto la creación en Cantabria de 46 nuevos puestos de trabajo y una notable aportación al sector agroalimentario, integrado por 423 empresas que representan el 15% de la industria cántabra y dan empleo a cerca de seis mil personas.

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