De usar y tirar

Si hiciéramos un repaso de cuántos productos de los que utilizamos cotidianamente agotan su función tras un solo uso veríamos que la cultura de lo desechable se ha instalado sólidamente en nuestro modo de vivir. Darse cuenta de esto y de las aplicaciones que un material como el polipropileno pueden tener en la hostelería está en la base de la aventura empresarial de Juan González y Francisco Aramburu. En ocho años han distribuido millones de manteles y servilletas hechas con esas fibras plásticas por restaurantes de todo el país.
A esos productos, que siguen formando el núcleo duro de su negocio, se fueron sumando otros, como las bolsas para llevarse a casa discretamente la botella de vino sobrante en una comida o los albornoces de hotel también desechables, que viene a resolver la incómoda cuestión que se plantea cuando el cliente cede a la tentación de quedarse con la prenda como recuerdo. Condes, la empresa creada por ambos socios, ha conseguido que el albornoz se convierta en un regalo, puesto que en el hotel ya no tendrá más usuarios.
También puede tener un importante recorrido la última idea de esta firma cántabra, una bolsa, también desechable, cuya única misión es proteger los canales de carne durante su traslado desde el matadero hasta los puntos de venta. Un recorrido en el que se suelen incumplir los requisitos de protección que exige la legislación sanitaria, entre otras cosas porque hasta ahora no existía en el mercado nada como la funda que ha patentado Condes.

Soluciones desechables para hostelería

El profundo conocimiento que tienen de las necesidades de la hostelería es fácil de entender si tenemos en cuenta que su empresa se gestó sobre los manteles del restaurante que Juan González tiene en Bezana. Y fue precisamente la desaparición de la firma que le alquilaba la mantelería la que puso en acción a ambos socios. Tratando de abaratar los costes sin disminuir la imagen del establecimiento buscaron un término medio entre la tela y el papel y lo acabaron encontrando en el polipropileno, un polímero cuyas fibras pueden utilizarse para hacer tejidos que aúnan las ventajas de los materiales plásticos con la absorción y transparencia de las telas. Además, no plantea problemas medioambientales porque al contrario de otros plásticos, la luz del sol lo degrada hasta convertirlo en un residuo inocuo.
La aceptación que tuvo el nuevo mantel en el restaurante de Bezana les animó a crear una empresa para fabricarlos y distribuirlos en otros establecimientos hosteleros. Pero su incursión en el mercado no pasó desapercibida para las firmas que abastecen a la hostelería, que reaccionaron con rapidez. No sólo incluyeron en sus catálogos estos nuevos productos sino que los ofrecieron más baratos, al adquirir la materia prima en países asiáticos o en Turquía, en lugar de abastecerse, como los empresarios cántabros, en la única fábrica española que produce el polipropileno. Conde se vio obligado a buscar proveedores en China para ser competitivos y allí se siguen surtiendo tras haber establecido un eficaz sistema de controles de calidad a pie de fábrica.
Una vez igualados los costes con la competencia, su agilidad de respuesta para dar servicio a cualquier pedido, por pequeño que fuera, les abrió definitivamente el mercado.
La propuesta de este nuevo tipo de mantel, que resulta más barato que alquilar o lavar los de tela, ha calado con tanta fuerza que actualmente distribuyen más de un millón cada mes por establecimientos de todo el país. La propia crisis ha venido en su ayuda, como reconoce Juan González: “En los manteles seguimos teniendo un crecimiento anual porque, aunque vendemos menos a algunos clientes, hay otros que no consideraban esta opción y que ahora, por costes, sí lo hacen”.
La misma intención de dar respuesta a otras necesidades básicas de la hostelería les llevó a comercializar las servilletas desechables, elaboradas con una mezcla de fibras que les confiere el tacto y la capacidad de absorción de la tela; o el diseño de unas bolsas, también de polipropileno, como un discreto envase que los restaurantes pueden ofrecer a los clientes que desean llevarse a casa el vino que no han llegado a consumir durante la comida. Una idea que surgió tras la brusca caída de la demanda de vino al endurecerse los controles de alcoholemia y que, poco a poco, va abriéndose paso.

La tentación del albornoz

Esa mirada atenta a las necesidades que se le plantean a la hostelería, les ha llevado a diseñar un producto que logró el premio al más innovador en la Feria de Barcelona de 2008. Se trata del albornoz desechable, que aguanta hasta diez lavados sin deshilacharse y proporciona a los hoteles la posibilidad de ofrecer como regalo lo que en muchas ocasiones es una tentación para los usuarios. Dos años tardaron en dar con la combinación de fibras que mezclara equilibradamente la resistencia (poliéster) con la absorción (viscosa).
En España los manteles se van introduciendo lentamente pero han tenido una buena acogida en los hoteles y complejos turísticos franceses, un país donde el uso de productos desechables está mucho más extendido que en el nuestro.

Bolsas para el transporte cárnico

El último proyecto en el que se han embarcado los dos socios es, quizá, el que mayor potencial tiene, porque permitirá que los mataderos cumplan una normativa legal sobre el traslado de los canales hasta las carnicerías o las salas de despiece que no siempre se respeta escrupulosamente. A nadie le resulta extraña la imagen de una pieza de carne expuesta al aire y trasladada a hombros desde el camión refrigerador hasta las cámaras de la carnicería. No es la mejor manera de evitar el riesgo de contaminación o daño durante el traslado al que se refiere la legislación sanitaria.
Curiosamente, mientras se extreman los cuidados en el tratamiento que se da a la carne en los mataderos y se aplica el mismo rigor en los puntos de venta, apenas existe nada en el mercado para proteger esa carne durante su transporte. Tan solo unas fundas de algodón, con todos los inconvenientes de adherencia, impregnación de líquidos o pérdida de filamentos que supone la utilización de tela para recubrir una res sacrificada.
El mercado no ha ofrecido soluciones hasta ahora y eso ha impulsado a la empresa cántabra a tramitar una patente internacional para su idea: una simple funda de polipropileno que se coloca en un solo movimiento y cumple todas las exigencias sanitarias para el transporte de carne fresca. Su única función es proteger la carne durante su traslado entre cámaras y para desplazamientos que no duren más de dos horas, es decir, para sacarla del matadero y distribuirla por los puntos de venta locales.
Condes ha comenzado ya la comercialización de estas fundas en España y proyecta presentarlas, a escala europea, en la Feria líder del sector de la industria de la carne, la IFFA, que tendrá lugar en mayo en Frankfurt. Si la acogida responde a sus expectativas, la fabricación para atender la demanda será muy voluminosa. Sin salir de España, sólo en Castilla-León hay un matadero que sacrifica 25.000 lechazos diariamente.
Los promotores de esta patente son conscientes de la necesidad de dotarse de una capacidad de respuesta adecuada para la demanda que puede surgir: “Sabemos que la patente nos da unos años para posicionarnos”, –señala Juan González– “pero no es un seguro de vida. Y tampoco podemos salir al mercado con la inconsciencia de no tener la producción asegurada”, constatan.
Condes ya está buscando una nave de 2.000 m2 desde la que poder hacer frente a esa nueva línea de negocio. Allí se trasladaría también la fabricación y el almacenaje de los productos desechables para hostelería que ahora tiene en El Campón (Peñacastillo). La nueva instalación permitiría incrementar una plantilla que cuenta ya con diez trabajadores.
Los responsables de Condes quieren que la nueva fábrica continúe situada en el entorno de Santander. Sería una forma de mantenerse fieles a su origen y de reafirmarse ante la pregunta que tantas veces les han formulado en las ferias a las que acuden: ¿Qué hace una empresa textil en Cantabria?

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