Groucho: La osadía de proyectar cine de autor

Vende las entradas, las pica a la puerta de la sala, barre… y como es el sexto aniversario de los cines Groucho, obsequia a los clientes con un pastel. Esta secuencia de imágenes, cuyo protagonista es José Pinar, el propietario de las salas, tuvo lugar el pasado mes de diciembre en el céntrico cine santanderino.
A Pinar los años de funcionamiento del negocio le han dejado un sabor agridulce. Por una parte, muestra su satisfacción y orgullo porque no ha variado su propuesta inicial, que consiste en ofrecer películas de autor, a una ciudad que se había quedado huérfana de salas de exhibición. La queja viene de lo que él considera una clarísima competencia desleal de las instituciones: “Al cine Los Ángeles, el Ayuntamiento de Santander le ha inyectado 250 millones de las antiguas pesetas en los últimos cinco año, y la Filmoteca no funciona como tal, sino con una oferta de cine comercial completamente ilegal”, denuncia.
Aunque el negocio del cine de calidad siempre ha sido sugerente, llegar a las cifras de espectadores que aseguren la rentabilidad se ha demostrado como un objetivo inalcanzable. Frente a los 900 espectadores que calculaba llegar a tener a la semana, la asistencia ronda los 600, unos 31.000 al año.
José Pinar ha optado por sobreponerse a una estadísticas poco favorables con iniciativas complementarias, como los ciclos de cine –entre ellos uno muy sugestivo de cine gastronómico– las exposición de cómics, los conciertos de cuencos tibetanos, las jornadas de comercio justo, las exposiciones o el alquiler de las salas para encuentros de emprendedores. Todo vale para evitar la quiebra.
Los Groucho disponen de dos salas, con capacidad para cien espectadores cada una, y ofrecen tres pases diarios de películas de autor, de los cuales el cuarenta por ciento se hacen en versión original.
Dan trabajo a tres personas: un operador, un diseñador gráfico, y un director-programador-empresario que, para hacer efectiva su iniciativa, invirtió 240.000 euros.
José Pinar, natural de Valladolid, es licenciado en Geografía e Historia, y en su currículum consta un master en Historia y Estética de la Cinematografía y otro en gestión del ocio. El promotor reconoce que fundó el negocio porque no encontraba un trabajo que dejara satisfechas sus expectativas.

Franquicias

A pesar de los innumerables obstáculos, Pinar sigue empeñado en que el negocio salga adelante y sueña en voz alta con que los Groucho se instalen en otros lugares de España, en régimen de franquicia. Además, insiste en la colaboración institucional y que se cuente con él en la fundación cultural que ha sustituido a la del 2016. El promotor considera que Santander se ha quedado atrás en el ámbito cultural con respecto a Valladolid, la ciudad de la que procede, cuando hace años era justo al revés, e insiste en que es imprescindible que todos los estamentos hagan fuerza de forma conjunta para revertir esta situación.

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