Dinero sin condiciones
Un crédito de 27 dólares sirvió para que cuarenta mujeres se sobrepusieran a una catástrofe natural en Bangladesh y, sobre todo, para que un economista bengalí, Muhammad Yunus, hiciera comprender al mundo entero que una pequeña cantidad de dinero podía cambiar la vida de una persona. Fue así como nacieron los microcréditos, un dinero que no pone condiciones en un momento donde ya nadie da nada sin esperar algo a cambio.
Trasladada a Europa, esta fórmula de financiación no es tan altruista como la original pero sí conserva sus buenas intenciones. De hecho, los microcréditos constituyen la única salida para quienes quieren optar por el autoempleo pero no cuentan con las garantías necesarias para convencer a una entidad financiera de que les conceda un préstamo.
En Cantabria, es la empresa pública Sodercan la que ha empezado a ofrecer pequeñas cuantías sin aval a personas con dificultades de acceso al mercado de trabajo –jóvenes, parados, inmigrantes, mayores– o a emprendedores que necesitan impulso para echar a andar un negocio o afianzarlo.
El año pasado lanzó una línea de financiación preferente para la puesta en marcha de los proyectos acogidos a Emprecan –su programa de creación de empresas– y, tras un acuerdo con la Obra Social de La Caixa, ha ampliado los microcréditos a colectivos que suelen encontrarse las puertas de los bancos cerradas.
Empresas tecnológicas, de moda, publicidad y hasta de carpintería se han creado o reforzado con estos préstamos de menos de 25.000 euros, a un interés fijo del 2,5%, sin gastos, ni comisiones, y sin ninguna otra garantía adicional.
No necesitar avales es la ventaja que todos los emprendedores destacan: “Cuando no tienes dinero suficiente para poner en marcha un negocio te ves obligado a tirar de ahorros o del aval de tus padres porque el banco nunca te dará un crédito sin un historial detrás”, dice el fundador de Erzia Technologies, Luis García. Además, “ningún banco puede igualar sus condiciones”, añaden los promotores de Telnos, otra empresa tecnológica que ha recibido esta ayuda.
El ecuatoriano Miguel Arroyo, otro de los beneficiarios, dice que gracias a los microcréditos ha dejado de creer que “sólo dan dinero al que tiene dinero” y, para el emprendedor argentino afincado en Cantabria Ricardo Avilés, son la demostración de que siempre existen ayudas para quien sabe buscarlas.
Recuperar el pasado
Los inmigrantes ocupan un lugar preferente en la concesión de microcréditos porque para ellos, más que para nadie, son la puerta de una posible inserción laboral. Es el caso de Miguel Arroyo, un ecuatoriano de 46 años que acaba de ver cumplido el sueño de recuperar la empresa que tenía en su país.
Propietario de un taller de carpintería en Ecuador –un negocio familiar que se remontaba a su abuelo– vino a España sin intención de quedarse, pero ya lleva cuatro años en Santander y se ha traído a su esposa y a cinco hijos. Ahora comienza a asentarse porque el suyo no ha sido un camino de rosas. Llegó con una carta de recomendación de la cámara de artesanos de su ciudad natal, Esmeralda, y la intención de conseguir contactos y vender sus productos en una feria pero, como tantos otros, fue víctima de un engaño y se encontró abandonado en Madrid, muy lejos de Lugo, el lugar donde había de celebrarse aquella feria que, para colmo, no era de carpintería sino de electrodomésticos.
Sin dinero para regresar a casa y tras una serie de infortunios, consiguió trabajo como carpintero en Palencia y decidió quedarse en Santander cuando esta ciudad se cruzó en su camino. Fue en un seminario de la ONG Cantabria Acoge donde le informaron de la existencia de Sodercan y de sus ayudas.
Hoy, ha vuelto a soñar con sus balaustres y pilastras, que llevan el nombre de Madecort, la empresa de torneado de madera y reformas de carpintería que acaba de crear. Se siente muy orgulloso de la máquina de torno copiadora que ha podido comprar con el préstamo, aunque afirma que ninguna máquina podrá reemplazar a los torneros manuales como él.
Diseñar publicidad para las pymes
Con parecidos propósitos, el argentino Ricardo Avilés solicitó un microcrédito a Sodercan. Quería montar un pequeño negocio de diseño gráfico, un sector que creía conocer bien después de haber trabajado como publicista en su país de origen y en España, donde reside hace tres años y medio.
Al desarrollar el plan de empresa exigido por Sodercan para demostrar la viabilidad de su negocio fue cuando se dio cuenta de que le faltaba cierta formación empresarial y referencias sobre el mercado potencial de Cantabria. “Aprendí un 50% más de lo que pensaba que sabía y, además, me dio confianza en mi proyecto”, dice Avilés al valorar su paso por Emprecan.
Siempre creyó que su oportunidad de negocio estaba en atender las necesidades de diseño gráfico y publicidad de las pymes cántabras a través de la impresión digital en series pequeñas. Esa era su única forma de llegar a competir con las imprentas, que trabajan con un número de copias más elevado.
De momento, parece que no se ha equivocado porque comenzó sin local y ya se plantea mudarse del que estrenó hace dos meses porque se le ha quedado pequeño. La culpa la tienen las máquinas –impresoras digitales para folletos, tampográficas para artículos publicitarios, un plotter para carteles…– que han acabado por transformar la tienda en un pequeño taller.
Sin recurrir a esta fórmula de financiación, Avilés esta convencido de que no hubiera podido comprar las máquinas y, por tanto, ampliar la gama de artículos que tenía previsto ofertar. “Sería la mitad de lo que soy si no fuera por el microcrédito”, concluye.
Un microcrédito ‘espacial’
24.000 euros dieron el empujón definitivo a la empresa de Luis García, un treintañero santanderino que, en junio de 2003, fundó una ingeniería llamada Erzia Technologies. Con ese dinero, ha comprado nuevos equipos y ha ampliado sus instalaciones porque, antes de llegar hasta la luminosa y céntrica oficina que hoy ocupa, pasó por un local universitario y, previamente, por la habitación de su casa familiar donde su idea empresarial comenzó a gestarse.
Como los demás, este ingeniero de telecomunicaciones titulado por la Universidad de Cantabria pudo optar por esta fórmula tras participar en Emprecan. Después de haber viajado mucho y con ocho años de experiencia en el sector de las telecomunicaciones, la única solución para quedarse en Santander era montar un negocio propio. El plan de empresa contó con el beneplácito de su tutor y fue así como se animó a lanzarse sin red.
Su primera labor fue buscar proyectos de radiocomunicación. No podía competir con empresas grandes pero sí prestarles servicio. Tampoco era posible abarcar todo tipo de tareas (telefonía móvil, sistemas de radioenlace, consultoría tecnológica), pero podía fijarse un objetivo: el espacio.
Hoy, Erzia se centra en comunicaciones por satélite y su principal cliente es la Agencia Espacial Europea, el objetivo que se marcó desde el comienzo. Para ella desarrolla sistemas electrónicos de comunicaciones y, por ahora, proyectos no les faltan. En estos momentos, la pequeña empresa cántabra trabaja en cuatro de forma paralela y su equipo lo forman ya seis personas.
García no oculta su satisfacción, aunque es consciente de que su empresa tiene la oportunidad de ir a más y pasar del diseño a la fabricación: “Ahora que acabamos de empezar, hacemos pocas unidades y a mano, pero nuestra pretensión es llegar a fabricar pequeñas series dentro de unos tres años”, dice.
Un préstamo para ‘contar coches’
Ingenieros de telecomunicaciones son también los fundadores de Telnos Sistemas Ópticos y Comunicaciones y, al igual que el responsable de Erzia, ganadores de un concurso para empresas de base tecnológica convocado por Sodercan. El proyecto que entonces presentaron y que hoy constituye la línea principal de su actividad es un aforador de tráfico, creado en colaboración con el departamento de ingeniería fotónica de la Universidad de Cantabria.
El aforador AF-10, del que ya existe un prototipo, funciona con la tecnología de radar –microondas– y es capaz no sólo de contar vehículos, también de calcular distancias, velocidades medias, tamaños o densidades. En definitiva, hace una radiografía completa de la carretera para dimensionarla y conocer si necesita más vías, está congestionada, se circula demasiado rápido o hay vehículos en sentido contrario.
Aforadores ya existen y muy variados pero ninguno como el de Telnos que, además de utilizar la última tecnología en electrónica y microprocesadores, envía la información recogida hasta un centro de control. Es ahí donde radica su novedad. Un pequeño PC transmite la información a través de distintas vías como GSM, fibra óptica o módem. Al utilizar una tecnología masiva y barata como es la de un ordenador personal, sus posibilidades de futuro parecen más evidentes.
Tráfico, Policía, administraciones regionales y locales, concesionarios de autopistas e incluso ingenierías que desarrollan estudios de carreteras ya no tendrán que desplazarse para recoger los datos registrados por el aforador, que puede permanecer fijo en un poste para siempre.
Ahora que se encuentra en el momento previo a su comercialización, el responsable de Telnos no oculta los nervios, porque va a comenzar a hacer demostraciones del producto y a presentarlo oficialmente en una feria del sector, que puede ser su escaparate. Aunque Telnos no se acaba en el aforador y también trabaja en otras líneas, como el suministro de Internet por satélite a empresas instaladas en el ámbito rural a donde el ADSL llega mal o no llega.
En su momento, también ellos pasaron por Emprecan para desarrollar un plan de empresa y, dado su perfil técnico, para adquirir conocimientos económicos. Esa fue la vía para solicitar un microcrédito y destinarlo a adquirir equipos y a la investigación, reservando su recursos para la creación de puestos de trabajo y otros gastos.
De los 60.000 euros que han invertido este año, 40.000 han sido para investigar, casi siempre en colaboración con el grupo universitario de fotónica con el que esperan desarrollar, más adelante, cinemómetros para controlar la velocidad y sensores para medir distintos parámetros a distancia.
Diseñadoras de moda
Más generales que otras ayudas, los microcréditos se pueden invertir en maquinaria, pero también en la compra de materias primas. Eso es lo que facilitó las cosas a Silvia Cacho y Trinidad Castillo, dos jóvenes diseñadoras cántabras, que destinaron el préstamo a la adquisición de tejidos para elaborar el muestrario de su primera temporada.
“Divertida, diferente, colorida y destinada a una mujer de entre 20 y 50 años que no quiera vestir como todas”, así definen Silvia y Trinidad su propuesta. Después de que ambas estudiaran diseño de moda, un curso de patronaje industrial organizado en Santander las unió y acabaron animándose mutuamente para crear su propia empresa como alternativa para trabajar en el mercado de la moda.
El primer paso fue enterarse de las ayudas que existían para mujeres jóvenes y, a continuación, formar una sociedad. Nitica es el nombre con el que han bautizado la firma de moda que acaban de presentar en la III Semana de la Moda de Coercan y, antes, en un stand de la Semana Internacional de Madrid, al que accedieron tras ganar un concurso de jóvenes diseñadores.
De su corta andadura hacen un balance positivo, aunque reconocen que el proceso es lento y no verán los resultado hasta dentro de varios años. Ahora les toca estar de la mañana a la noche en su taller de diseño en Loredo estimuladas por el hecho de haber logrado vender en Madrid y en varias provincias del Norte. Su segunda colección, que están comercializando ahora, podrá lucirse el próximo verano.
Como el resto de emprendedores, también Silvia y Trinidad han hecho realidad su proyecto con la ayuda de un simple microcrédito.