De las escolleras a la construcción en madera, los hitos de SIEC

Después de sus innovaciones en la fijación de taludes o en el uso de las escorias de fundición, la empresa se adentra en las estructuras de madera y los industrializados

Cuando Juan de Miguel llegó a Torrelavega en 1973 como técnico de una empresa de excavaciones vasca no imaginaba que poco después se convertiría él mismo en empresario, al desaparecer la compañía que lo había desplazado a Cantabria y decidir continuar por su cuenta, montando un pequeño negocio de movimiento de tierras con dos excavadoras y un camión. Tampoco que, medio siglo después, la suya, SIEC, sería la principal empresa constructora de la región. Fueron sus trabajadores los que, meses atrás, repararon en la onomástica, homenajeando al fundador con una fiesta sorpresa. Mientras tanto, la actividad de su compañía no para: SIEC acaba de iniciar la obra del Polígono de La Pasiega, tiene muchas otras en marcha y se muestra ilusionada con las posibilidades que abre un nuevo sistema constructivo que está empleando en un instituto que construye en Vizcaya, cuya estructura es completamente de madera.


Juan de Miguel, presidente de la compañía, en una visita a la obra.

Las obras singulares en las que ha participado SIEC en estas décadas son muchas, pero hay algunos jalones que han marcado su trayectoria. Iniciativas propias que han acabado por cambiar los sistemas constructivos, como la idea de hincar raíles de ferrocarril para sostener terraplenes inestables en algunas carreteras de la región que presentaban riesgos de deslizamiento del terreno, después de encargar un estudio al Grupo de Investigación en Tecnología de la Construcción, de la UC.

La empresa de Juan de Miguel también introdujo las escolleras de grandes piedras de cantera, hoy tan habituales, que no solo son capaces de sostener taludes casi verticales, sino que facilitan el drenaje y se integran rápidamente en el paisaje. SIEC, además, encontró una salida constructiva para las escorias negras de fundición, lo que libró a GSW de las gigantescas montañas de residuos que se acumulaban en su recinto.

Ahora se adentra con entusiasmo en otra técnica con visos de tener un gran recorrido, la construcción modular en madera.

SIEC es una de las pocas constructoras locales que realiza obras habitualmente en el País Vasco. Ya ha hecho varias allí, especialmente en el Ayuntamiento de Múskiz, donde ahora tiene en plena construcción una ampliación de su instituto. Una obra de 8,7 millones de euros como muchas otras que ha hecho SIEC anteriormente de no darse una circunstancia muy especial: es el primer centro que se construye en madera. Toda la estructura se ha hecho con este material y con un sistema de montaje en kit.

Los forjados, preparados para recibir el hormigón. A la derecha, las maderas luego serán revestidas con materiales más fáciles de salvaguardar de la acción de los alumnos.

Los paneles y vigas llegan de Suiza, donde está el proveedor, numerados en función de un orden de montaje. De esta manera, cada camión trae los suministros que se van a montar en ese día o los siguientes, a semejanza del just in time de una fábrica de coches.

Tampoco es casual la forma en que los componentes se depositan en el camión. La empresa suiza utiliza un programa 3D que no solo ordena las piezas en función de su montaje en obra sino que también facilita la optimización de todos los espacios de ese transporte.

SIEC consiguió la obra compitiendo con empresas vascas al ofrecer un precio sustancialmente más bajo, tras haber conseguido un suministrador de madera más competitivo. No obstante, reconoce que este tipo de construcción aún resulta más caro que el convencional.

Tiene otras ventajas. Evitar los materiales habituales (agua, mortero, cemento…) convierte en seca una obra tradicionalmente húmeda, y eso significa que no hay esperas para los fraguados y secados y se requiere menos mano de obra especializada. A su vez, el empleo de un sistema modular contribuye a un avance más rápido. Cuando se fueron de vacaciones los profesores que dan clase en el instituto anejo, únicamente vieron la solera de la futura ampliación. A su vuelta en septiembre, se encontraron un edificio completo de casi 4.500 metros cuadrados.

Juan de Miguel departe con el jefe de obra en la última planta, donde se instalan las estructuras metálicas que soportarán la cubierta. A la derecha, la primera planta, donde se empiezan a repartir los espacios en los que irán las aulas.

En España son muy pocos los inmuebles públicos que se han acometido bajo este estándar conocido como passivhouse, aunque en esta obra se ha optado por una cierta adaptación al clima mediterráneo y, en lugar de apostar por la completa estanqueidad, se han introducido sistemas de aireación para que en los meses más cálidos el edificio no resulte excesivamente caluroso. La madera favorece que se preserve el calor interior, además de regular la humedad ambiental, atenuar los ruidos y reducir la energía estática.

En este instituto, su función es estructural, ya que tanto las fachadas como los interiores irán revestidos. Allí donde soportan las cargas del edificio, los paneles tienen un espesor de 13 centímetros pero su auténtica consistencia no la da el tipo de madera (es pino) ni el espesor sino la forma en que están fabricados, en cinco capas, alternando las vetas vertical y horizontalmente. Una estrategia que ya empleaban los romanos para reforzar sus escudos y que multiplica la resistencia de vigas y paramentos, en cuyo montaje los operarios de SIEC han empleado nada menos que 120.000 tornillos.

Una experiencia para el futuro

El encauzamiento del Sorravides, en Torrelavega, fue una de las primeras obras de SIEC y en ella ya se puede ver el uso de escolleras.

Para SIEC, adentrarse en este sistema constructivo está siendo una experiencia muy instructiva. Antes de presentarse a esta obra y para saber cómo enfrentarse a ella, su director general, Antonio San Miguel, visitó a los fabricantes de paneles y recorrió las obras y estudios de arquitectura que han utilizado este material dentro y fuera del país.

Ese conocimiento, imprescindible para presentar una oferta, ha ido creciendo a medida que se ejecutaba la obra y le abre a la empresa cántabra puertas de un mercado que va a crecer deprisa, por la creciente sensibilización ambiental de la población, la facilidad que ofrece trabajar con módulos prefabricados y la progresiva desaparición de la desconfianza que suscitaban las construcciones de madera en el mercado español.

Cuando el instituto esté concluido, a finales de este curso, ni el exterior ni el interior revelarán de qué está hecha su estructura, porque irá revestida, pero en otras construcciones, que no estén sometidas a la poco cuidadosa acción de los alumnos, la madera podrá ir a la vista, con los tratamientos adecuados.

El diseño del instituto demuestra que las estructuras de madera son capaces de soportar grandes luces, como las que requieren los salones de reuniones o el voladizo que se encuentra sobre la fachada principal, mucho mayores de los que requeriría una casa particular. La madera permite, además, fabricar piezas a medida y de grandes dimensiones, como las que forman la caja del ascensor del futuro centro educativo, que tienen doce metros de largo.

Más retos

SIEC concurrió a esta obra como un reto, pero no es el único que afronta actualmente. La empresa está ensayando con el Grupo Tirso las posibilidades de utilizar fabricados industriales en algunas obras y sigue abierta a participar en más concursos de gestión público-privada en el campo de la sanidad con la enorme experiencia que ha adquirido en Valdecilla.

El macrocontrato que consiguió hace algo más de diez años junto con Ferrovial para acabar la obra y gestionar su mantenimiento y 44 actividades no sanitarias que ya estaban externalizadas (informática, reprografía, cocina, logística, energía…) supone un monto total de 760 millones de euros. Una cuantía que recuperará a través de los cánones que durante esas dos décadas percibirá del Gobierno cántabro, propietario del Hospital.

Este sistema permitió acabar una obra que estaba empantanada, al exigir las adjudicatarias iniciales una fuerte revisión al alza de la cuantía ofrecida. También alivió al Gobierno de buscar unos fondos que en ese momento no tenía ni podía conseguir.

El contrato público-privado nunca ha resultado fácil de gestionar, por las muchas cautelas y penalizaciones que se establecieron, pero le ha aportado a UTE una gran experiencia en un campo con un futuro innegable que ninguna otra empresa nacional del sector tiene.

Las iniciativas del Grupo se amplían a otros sectores, como la hostelería (incluida la gestión turística de El Soplao), los servicios deportivos o los parkings. Todo ello le ha llevado a facturar 70 millones de euros al año y dar trabajo de forma directa a unas 330 personas.


Una apuesta decidida por la formación

La Fundación Laboral de la Construcción Cantabria ha puesto en marcha una iniciativa destinada a incorporar jóvenes al sector de la construcción a través de contratos de formación en alternancia.

La Fundación entiende que la formación debe ser el principal camino para acceder a un sector que en estos momentos ofrece importantes oportunidades laborales, por la necesidad de mano de obra que tiene y la falta de relevo generacional.

Esa demanda de personal por parte de las empresas ha sido decisivo para que la Fundación Laboral de la Construcción Cantabria y el Grupo SIECSA acometan conjuntamente una iniciativa para acercar a los jóvenes desempleados cántabros al sector a través de un contrato de formación dual, alternando la formación en oficios con un empleo.

Con esta propuesta, que supone una inmersión en un entorno de trabajo real, se ofrece cualificación, experiencia laboral remunerada, cobertura social y derecho a desempleo, para que los jóvenes puedan forjarse un futuro en un sector con alta empleabilidad y una gran estabilidad laboral.

Aquellos jóvenes, mayores de 18 años y menores de 30 años, que quieran sumarse a esta iniciativa adquirirán experiencia laboral en la empresa SIECSA durante doce meses, durante los cuales tendrán un contrato remunerado, además de conseguir una cualificación profesional en ocupaciones muy demandadas en el sector.

Durante ese año, los alumnos dedicarán el 65% del horario a trabajar y el 35% a formarse. 


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