Inflación: Mentiras piadosas
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La previsión del 2% en el crecimiento de la inflación para el próximo año probablemente no es un gesto de voluntarismo gubernamental, ni mucho menos un error de cálculo. Es, sencillamente, la mentira piadosa a la que el Ejecutivo tiene que recurrir para evitar males mayores. Así se envía un mensaje psicológico de contención a empresarios, trabajadores por cuenta ajena y pensionistas. Pero todo el mundo es consciente de que, en el fondo, está dirigido de forma casi exclusiva a la contención salarial.
Es lógico que los sindicatos en esta ocasión no se lo crean (en 1999 entre el objetivo teórico del 2% y los resultados reales va a producirse una distancia de al menos un 80%). Pero siempre es menos malo para la complicada lógica de los precios que se recurra a las cláusulas de revisión en los convenios que optar desde comienzos de año por una subida más elevada, con todos los arrastres que conlleva.
En cualquier caso, hemos vuelto a una situación que, por conocida, es de temer. Los precios están evolucionando al alza y la suposición de que se trata de un mero problema coyuntural ligado a la evolución del petróleo, puede darse por inservible. En primer lugar, porque ya no se vislumbran a corto plazo bajadas significativas del petróleo y en segundo porque aquellas subidas que se mantienen en el tiempo acaban por consolidarse y mucho más cuando se han trasladado en cascada a otros sectores.
Apostar por una inflación del 2%, como se ve, no sólo es poco realista, sino que se trata de frenar otros males, pero lo que no cabe entender es que ni siquiera se aplique este modestísimo porcentaje a la deflación de las tablas fiscales. Si de lo que se trata es de bajar los impuestos, y el Gobierno se ha jactado de ello en tantas ocasiones, no puede entenderse la negativa de este año a aplicar el efecto de la inflación (al menos la teórica) sobre la tabla de retenciones.