Los competidores no descansan

Por algún motivo difícil de explicar, las ciudades avanzan a saltos. A largos periodos de atonía suceden rápidas convulsiones donde riadas de dinero, otrora escaso y de repente inagotable, transforman el paisaje. Es lo que está ocurriendo en Bilbao, donde las macroinversiones han permitid, casi simultáneamente, poner en servicio el metro, erigir el Guggenheim, construir el Palacio de Congresos, hacer un superpuerto sobre el anterior superpuerto (ya es muy difícil añadir otro adjetivo grandilocuente) y construir una nueva y espectacular terminal aeroportuaria. Con un competidor semejante, la mejor receta parece ser la de ampararse en su estela, como aconsejaba el economista Guillermo de la Dehesa recientemente en el Consejo Económico y Social de Cantabria.
Algo semejante, aunque en menor cuantía, empieza a ocurrir en Asturias. El Principado ha tenido en Alvarez Cascos un extraordinario valedor. Además de los fondos mineros, creados ex profeso, ha multiplicado las inversiones en autovías y ahora el Puerto gijonés del Musel anuncia una ampliación que duplicará sus actuales dimensiones.
Tanto la nueva terminal de Sondica, que se inaugurará en octubre, como el futuro Gran Musel (el proyecto ya tiene su adjetivo en el ámbito popular) endurecerán su competencia sobre el puerto y el aeropuerto de Santander, que periódicamente tratan de sacar la cabeza ante sus referentes de oriente y occidente, cada vez más próximos por carretera.

Un edificio de Calatrava

Bilbao está dispuesto a dejarse la piel para que su aeropuerto sea el tercero del país, un objetivo más difícil de lo que parece si se tiene en cuenta que ahora es el decimosegundo por volumen de pasajeros. A pesar de las limitaciones geográficas que siempre se achacaron a Sondica y que parecen haber desaparecido con el simple paso del tiempo, Bilbao puede conseguirlo gracias a la nueva terminal que lleva la firma del arquitecto valenciano de moda, Santiago Calatrava. Un edificio en forma de paloma transparente que está prácticamente concluido, después de tres años de trabajos, y, que, unido a las obras realizadas en las pistas, permitirá el movimiento de hasta 3.000 pasajeros y 18 aeronaves en una hora punta.
Con esta transformación en utilidades e imagen, el aeropuerto se convierte en un emblema más de una ciudad que, con el Museo Guggenheim como faro, ha conocido un renacer espectacular.
Los 34.000 millones de pesetas invertidos por Aena en la reforma del aeropuerto vasco han cambiado por completo sus condiciones, pero lo más evidente para el público será la nueva terminal, a tres kilómetros de la actual, que ha consumido la tercera parte de la inversión total, y que dispondrá de seis túneles de embarque directo a los aviones (fingers), 36 mostradores de facturación con un sistema informático unificado, y una capacidad para cuatro millones de pasajeros anuales.
La obra de Calatrava está preparada para una posible ampliación, hasta alcanzar los diez millones de pasajeros anuales, sin cambiar la estética ni perturbar la actividad ordinaria, un horizonte que no parece cercano, ya que las previsiones para el próximo año son de tres millones de viajeros y de seis millones en el 2010. Para que se produzcan estos incrementos se requeriría la captación de tráficos de su área de influencia, especialmente de Cantabria, y el que Bilbao se convirtiese, como pretende, en un punto de enlace de los vuelos regionales con los internacionales. La intención del aeropuerto es conseguir que los pasajeros de estos vuelos regionales que desean conectar con un vuelo europeo, utilicen el aeropuerto vasco como puerta y no Madrid o Barcelona, ya saturados.

Más operativo

En el nuevo edificio también se ha buscado la operatividad. Una muestra de ello es que las salidas y llegadas de pasajeros se han diferenciado, lo que evitará el colapso actual. Asimismo, han desaparecido las salas de preembarque y las plazas de aparcamiento se han triplicado, para alcanzar las 3.000. La superficie comercial se ha multiplicado por diez, hasta convertirse en una auténtica galería, con 32.500 metros cuadrados preparados para la venta.
Sondica tuvo el pasado año 2,25 millones de pasajeros, un 6% más que en el ejercicio anterior, lo que contrasta con el estancamiento a la baja que sufrió el aeropuerto cántabro de Parayas, donde el incremento de vuelos no ha suscitado un aumento equivalente de usuarios, que apenas sobrepasan la barrera de los 200.000. A pesar de que el aeropuerto bilbaíno dista mucho de alcanzar las cifras de Madrid, Barcelona o los insulares, multiplica por diez las cifras de Cantabria, también en número de vuelos (41.380 frente a los 4.000 de Parayas) y las 3.500 toneladas de mercancías que mueve tienen muy poco que ver con las modestísimas 12 toneladas de la terminal cántabra.

El Gran Musel

En el flanco oeste también hay grandes movimientos de infraestructuras. El presidente del puerto asturiano de El Musel, Miguel Angel Pesquera, que protagonizó la remodelación del puerto de Santander al poner en servicio la mayor parte de los muelles de Raos, estará ahora al frente de otra reforma histórica, la más importante que se acomete en Gijón desde la construcción de su puerto en 1892. La ampliación que anunció el ministro Alvarez Cascos en la pasada Feria de Muestras de Gijón de una forma tan apresurada que ha descolocado los planes para ir depurando algunas de las nueve variantes con las que aún trabaja, requerirá quince años de obras al final de los cuales se habrán duplicado los espacios terrestres y marítimos del puerto.
La Autoridad Portuaria gijonesa, a pesar del enorme revuelo social que ha despertado el proyecto, tanto por su trascendencia económica como por el hecho de que limitará parte del horizonte visual de la ciudad hacia el mar, prefiere por el momento concentrarse en la ampliación de los espacios que actualmente lleva a cabo, una obra por completo ajena a este proyecto, y anuncia que el Gran Musel deberá esperar a una depuración de las variantes propuestas hasta conseguir las que aúnen mejores condiciones técnicas y mayor consenso social. El departamento que dirige Pesquera recuerda que el Superpuerto de Bilbao tuvo veinticinco años de estudios previos, pero el ministro de Fomento Francisco Alvarez-Cascos no parece muy partidario de las esperas y ya ha comprometido la cofinanciación para los 63.000 millones de pesetas que se estima que requerirá la obra (el resto ha de ponerlo el puerto, de sus recursos) una diligencia insólita porque lo habitual es que los ministerios actúen después de mucho tiempo de demandas sociales y no a la inversa.
En este sorprendente cambio de papeles, los medios de comunicación asturianos, siempre reivindicativos, han reconocido explícitamente que “la realidad actual del puerto de El Musel quizá no justifique ahora una inversión tan cuantiosa” (La Nueva España 25-08-00), aunque la iniciativa es saludada –era de esperar– como una magnífica apuesta de futuro.
El objetivo de Gijón es consolidarse como el primer puerto granelero del norte de España y uno de los seis más importantes del país en tráfico total. El Musel moverá este año casi 20 millones de toneladas –cuatro veces más que el puerto de Santander– cifra que se elevaría a 24 millones si se produce la integración en un sólo eje portuario de Gijón y Avilés. Por su parte, el puerto de Santander ha sufrido un descenso del 10% en los tráficos del primer semestre del año, lo que indica un cambio de tendencia después de dos años de cotas históricas, con cinco millones de toneladas movidas.

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