La ciencia al día

Genes de la sordera

Un 10% de la población europea sufre algún tipo de sordera y uno de cada mil niños nace con esta discapacidad, lo que implica dificultades posteriores en el aprendizaje de la lectura y del habla. Por el momento, la sordera no tiene cura, aunque hay prótesis que pueden mejorar la calidad de vida de estas personas.
Un proyecto científico europeo llamado Eurohear ha conseguido identificar doce genes relacionados con la sordera y ha descubierto que el meollo del asunto está en una estrecha cavidad en forma de espiral que se encuentra en el oído interno, donde hay miles de células capaces de convertir los sonidos en señales eléctricas y enviarlas al cerebro. Nacemos con un número determinado de estas células y las que se pierden a lo largo de la vida no se reemplazan.
Los científicos han conseguido también desarrollar herramientas para determinar la mutación genética que causa los problemas en cada paciente, lo que puede facilitar la colocación de implantes cuando el nervio auditivo está intacto.

La lluvia,
más humana

Una reciente investigación publicada en la revista Nature señala que la actividad humana ha tenido más influencia en el comportamiento de las lluvias de lo que pensábamos hasta ahora.
Durante el siglo XX, en el hemisferio norte ha caído mucha más agua que en el hemisferio sur, que se desertiza, aunque a priori cabía suponer parámetros parecidos. Lo realmente nuevo es la atribución de estas circunstancias atmosféricas al comportamiento humano, ya que la distribución de las lluvias se ha producido con una cierta regularidad en franjas latitudinales. Concretamente, en las regiones situadas entre los 40 y 70 grados al Norte, es decir Canadá, Europa y Rusia, las precipitaciones medias han aumentado más de un 60% por culpa de las actividades humanas.

Rescates con mala mar

Las dificultades para luchar contra un desastre ecológico como el hundimiento de un petrolero son insalvables cuando hay fuerte oleaje. Dos ejemplos de ello son los naufragios del ‘Erika’ y del ‘Prestige’, que vertieron al océano 13.000 y 40.000 toneladas de crudo, respectivamente, que hubieran sido muchas menos con mejores condiciones meteorológicas.
Un equipo de investigadores ha intentado buscar una solución a este problema y, como los barcos que se usan para el rescate no pueden trabajar con mala mar, han pensado que lo más acertado es usar un trimarán, un catamarán de tres cascos.
El buque multicasco que han diseñado tiene grandes dimensiones para asegurar la estabilidad en todo momento (138 metros de eslora y 38 de manga) y el petróleo vertido se recogerá en los canales que se forman entre los cascos, donde el agua está más tranquila. De esta forma, el barco puede desarrollar su trabajo incluso con vientos de fuerza 9 y oleaje de fuerza 7.

Aviones más seguros

Científicos alemanes e ingleses han desarrollado un modelo informático con el que podrán predecir dónde puede producirse la fatiga en los materiales de las piezas de los aviones, de manera que volar sea cada vez más seguro.
Esta investigación pretende evitar accidentes como el que se produjo hace 19 años en Estados Unidos, cuando murieron 112 personas al caer un avión como consecuencia de pequeñas grietas que con el transcurso del tiempo se habían formado en algunos componentes metálicos de los motores y que no pudieron detectarse pese a las revisiones periódicas a las que se someten todos los aviones.
El modelo señala cuándo y dónde esas grietas se convertirán en un problema grave, de modo que se planifiquen los ciclos de inspección de los aparatos con el tiempo y la eficacia suficiente.

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