Una autolavandería móvil que llega a todos los rincones
Tamara Sánchez ha creado y patentado un remolque que lleva a los pueblos el servicio de lavado automático
La torrelaveguense Tamara Sánchez es la creadora de la primera lavandería móvil de la que hay constancia. Permite acercar estos servicios básicos a zonas rurales de la región y favorecer su uso entre colectivos dependientes o vulnerables, como son los mayores. El tiempo de lavado y secado de hasta 12 kilos de ropa es de una hora aproximadamente y su coste 12 euros, “un ahorro de tiempo y dinero”, dice.
La torrelaveguense Tamara Sánchez decidió convertirse en autónoma para conciliar mejor su vida familiar y laboral. En julio de 2018, abrió una autolavandería en el barrio Covadonga de la capital del Besaya, en la que no solo ofrece un lugar donde lavar y secar la colada, sino también otros servicios menos habituales en este tipo de establecimientos, como el planchado de la ropa o la limpieza de alfombras.
Aunque estas lavanderías automáticas no suelen estar atendidas, Tamara siempre ha querido estar presente en su negocio, al que acude prácticamente cada día: “Estar allí me permite poner cara a los clientes y tener trato directo con ellos, conocer sus necesidades y resolver lo que va surgiendo cada día”, relata la emprendedora.
De estas conversaciones salió la idea de llevar sus servicios de autolavandería a zonas de la región de escasa población o en las que habitan personas mayores que no pueden desplazarse, porque, a su juicio, “tener la ropa limpia es una necesidad básica”.
Por eso, el objetivo principal de la autolavandería móvil de Marsa es acercarse al mayor número de lugares de Cantabria de la mano de los ayuntamientos, para dar servicio a las familias vulnerables que no cuentan con ayuda en sus casas.
Esto le planteó el desafío de cómo convertir el negocio en un espacio móvil. Junto a su marido, ingeniero de profesión, fueron dando forma a la idea hasta llegar a un formato compacto y eficiente. Reconoce que para ello invirtieron dinero, mucho tiempo y muchas pruebas ensayo-error.
Una lavandería autosuficiente
El matrimonio adquirió una furgoneta isotérmica de mensajería de segunda mano, que hace de “local”, además de cuatro máquinas semiindustriales –dos lavadoras y dos secadoras. Al remolque se le incorporó un depósito de 1.000 litros de agua limpia y otro de idéntico tamaño para el almacenado de esas aguas ya sucias, además de un caldera, el depósito del agua caliente y el generador para producir la electricidad, lo que le convierte en totalmente autosuficiente.
“No necesitamos sacar ni siquiera un cable fuera del remolque”, subraya la emprendedora, que agrega que este equipamiento les permite estar dos días en cada lugar (lo que equivale a la autonomía de las baterías o a los diez o doce lavados que alcanza el depósito.
La autolavandería cuenta con unas escaleras con barandilla totalmente seguras para los usuarios y está domotizada, de manera que Tamara puede abrir y cerrar la persiana desde cualquier sitio con su teléfono móvil, además de encender y apagar las luces e incluso conectar cualquier máquina. Además, dispone de cámaras de seguridad.
El matrimonio no dudó en registrar su invento: “Hemos patentado su usabilidad y, de esta forma, aunque el diseño del vehículo cambie, nuestra idea está protegida”, explica.
La torrelaveguense señala que lavar en una autolavandería ofrece varias ventajas, entre las que destaca el ahorro de tiempo y de dinero. “Al ser máquinas semiindustriales (de 10, 12 y 15 kilos en la lavandería de Torrelavega y de 15 en la rodante), con bombos más grandes que los domésticos, permiten hacer en un lavado lo que en casa se haría en dos o tres”, explica, y calcula que en todo el proceso, con el secado incluido, se emplea aproximadamente una hora, “mientras en casa serían tres horas de lavar, más los tiempos necesarios para secar la ropa tendida, y dependiendo del clima”.
Además, la emprendedora sostiene que con los precios populares que aplica –en la lavandería móvil los lavados cuestan ocho euros y los secados, cuatro– es mucho más barato que hacerlo en casa, si se imputa el ahorro de electricidad, jabón y suavizante. “Las máquinas tienen un sistema por el que perciben el peso que entra de ropa y aportan el agua necesario para realizar el lavado, algo muy beneficioso para el medio ambiente. Según este peso, también agregan la cantidad necesaria de jabón, oxígeno activo y suavizante”, pormenoriza.
Cubriendo necesidades
Puesto que gran parte de su público objetivo son personas mayores de zonas rurales y otras personas vulnerables, las máquinas de la autolavandería pueden funcionar con monedas y con unas fichas que equivalen a dinero. Así, en caso de que los ayuntamientos apoyen la iniciativa y quieran subvencionar su uso a determinados colectivos, pueden hacerlo más fácilmente.
Las máquinas también han buscado la sencillez de uso y están configuradas de manera que los usuarios solo tienen que introducir el dinero o las fichas y seleccionar un único programa.
Debido a que varios clientes se lo han ido solicitando, también recogen alfombras para lavarlas.
La emprendedora destaca el componente social de esta iniciativa: “Cuando nos acercamos a algunas zonas, se crea un momento de convivencia muy agradable entre la gente que sale a poner sus lavadoras”. “Es una manera de revivir la experiencia de cuando antiguamente se iba al lavadero”, añade.
Presente y futuro
En el escaso año que lleva funcionando su furgón de autolavado, el balance que hace Tamara es bueno. Ya trabaja con el Ayuntamiento de Miengo para ofrecer este servicio a sus vecinos y está intentando llegar a acuerdos con otros de la región. Ya se van desplazando por varias zonas y en verano atiende a las autocaravanas que pernoctan en Reocín, algo que estos visitantes han acogido de buen grado.
La emprendedora torrelaveguense espera que, poco a poco, más ayuntamientos se vayan sumando a su iniciativa, por el servicio que ofrece a los colectivos vulnerables y a las zonas rurales. También aspira a que reconozcan este carácter de servicio público en las tasas de ocupación que les cobran por aparcar el remolque y ejercer la actividad, que en algunos municipios son tan elevadas que les resulta imposible acudir.
Su paso por el Laboratorio Fémina, de Sodercan le ayudó a dar más valor a su idea y materializarla. “Vi una necesidad y he podido encontrarle una solución y conseguir que sea rentable”, asegura.
A largo plazo, le encantaría fabricar alguna lavandería móvil más para extender su uso por la región y, si se tercia, fuera de ella.
María Quintana