Caja Cantabria entrará en un gran grupo de Cajas y juntas formarán un banco

Cuando Caja Asturias presentó la fórmula de absorción de Caja Castilla La Mancha, el Banco de España no parecía muy predispuesto a aceptarla. Los asturianos pretenden crear un banco y que éste asuma el control de la entidad manchega, algo que, según la ley española, es imposible, puesto que el derecho de las cajas a tener bancos no es recíproco y los bancos no pueden tener cajas. Sin embargo, con el paso de los meses, esa solución empieza a considerarse como una de las más operativas para resolver unas fusiones o unas integraciones tan complejas como las de las cajas.
La entidad cántabra tiene muy claro que desea optar por una SIP, un sistema de integración o fusión virtual que permite mantener la personalidad jurídica de los asociados, y cree que, cuanto más fuerte sea el grupo resultante, mejor. Su aspiración es que alcance un volumen de negocio de alrededor de 100.000 millones de euros (diez veces el de Caja Cantabria), lo que le convertiría en el quinto en el ranking de cajas. Y ha encontrado a varias más con la misma predisposición, cuya identidad se mantiene en secreto, por no habérselo presentado aún a sus respectivos gobiernos regionales ni consejos de administración. En ese grupo estarían, al menos, dos cajas grandes y muy capitalizadas, y alguna más del tamaño de la entidad cántabra. No se descarta que se sumen otras, a medida que se clarifique lo que va a ocurrir en comunidades donde se esperaban fusiones entre las cajas locales, pero hay diferencias insalvables entre ellas que lo están impidiendo. Entre las regiones donde el futuro mapa financiero se encuentra sin resolver están Galicia, Andalucía o la Comunidad Valenciana.
Caja Cantabria ha sido, desde el principio, una de las más activas en los contactos, quizá porque no tenía que esperar a ninguna posible fusión intrarregional, al tratarse de la única entidad de ahorro de la comunidad. Los contactos de su presidente, Enrique Ambrosio Orizaola y de su director general, Javier Eraso, con otros directivos comenzaron cuando, la pasada primavera, el Banco de España impuso al sector una concentración, pero se encontraron un campo muy poco abonado. Ha sido en los dos últimos meses cuando los presidentes de las otras cajas han acabado por reaccionar, a la vista de que las circunstancias del mercado financiero están cambiando muy deprisa, con una espectacular caída de los márgenes y de que, antes o después, habrá que aflorar una morosidad latente que es, al menos, dos puntos superior a la declarada.

Cómo hacer el reparto

Los mentores de la integración en la que va a participar Caja Cantabria han llegado a un consenso inicial sobre la forma en que se articulará el grupo: será un banco y la sede se asentará en Madrid, un terreno neutral. Quedan por decidir cuestiones tan espinosas como la participación que tendría cada caja en esa entidad superior y los criterios para decidirla. Caja Cantabria pretende que no se valore únicamente el volumen de negocio que aporta cada uno (en este caso obtendría alrededor de un 10% si el grupo resultante alcanza los 100.000 millones de euros). La entidad cántabra quiere que se ponderen, también, la calidad del negocio, ya que su posición en este terreno es bastante más sólida que la media del sector.
La Caja cántabra se ha visto mucho menos afectada por la crisis inmobiliaria que otras entidades que, además de su cartera hipotecaria, poseían sociedades promotoras. Bien es cierto que Caja Cantabria tampoco cuenta con empresas industriales, que sí tienen otras, con plusvalías tácitas.
La debilidad de la entidad cántabra es su crónica escasez de core capital, esos recursos propios que sostienen el negocio y que se alimentan con los beneficios anuales que no consume la obra social.
Según cómo se valoren todas estas circunstancias quedará definida la participación de cada caja, pero el porcentaje apenas diferirá, un punto arriba o un punto abajo, de la aportación que haga en volumen de negocio. Algo que a primera vista no parece muy relevante pero que lo será cuando haya que repartir los beneficios del grupo entre los distintos socios.
La sensación es que, incluso en el caso de que no se reconociese la calidad del negocio que aporta la entidad cántabra, la SIP daría lugar a una mejora en los resultados que compensaría con creces el pequeño margen en discusión. Las expectativas para los primeros años no son muy optimistas, ya que el volumen de negocio en el sector no va a crecer en 2010 y, en cambio, los márgenes de todos van a caer alrededor de un 30% como consecuencia de la revisión de las hipotecas a los tipos actuales del euríbor, históricamente bajos, una circunstancia que, después de una estricta política de ahorro de costes aplicada, ya sólo podría compensarse con la formalización de más operaciones, pero la clientela no parece dispuesta a creerse, por ahora, que el precio de la vivienda haya tocado fondo y sea el momento de comprar.

Un escenario que empeora

Las cajas, que han conseguido salvar los resultados de 2008 y 2009 con pequeños descensos, se encuentran con un escenario más preocupante para 2010 y saben que, ni por sí mismas ni en grupo, van a poder presentar unos beneficios comparables a los de los últimos ejercicios.
Los resultados de la integración se percibirían a medio plazo, cuando el mercado empiece a recuperarse, se noten los ahorros que se van a producir como consecuencia del cierre de oficinas y de la unificación de los sistemas, y cuando todos los asociados puedan participar en operaciones de cierto volumen que, a entidades como Caja Cantabria, le estaban vedadas, por la concentración de riesgo que suponían para su tamaño.
Una vez alcanzado el acuerdo de integración entre los presidentes y sometido a los respectivos consejos, los términos particulares del acuerdo serán definidos a través de alguna de las muchas consultoras especializadas en el negocio financiero que ya se han ofrecido para ello y en negociaciones entre los ejecutivos. Tendrán que recorrer una senda inédita, con los riesgos que eso comporta y, en algunos casos, con ausencia de cauces legales para hacerlo. Por lo pronto, mientras no se produzca un cambio de legislación, las cajas podrían crear un banco pero ese banco no podría convertiste, luego, en propietario de las cajas participantes en la operación, que es lo que se pretende.
A pesar de la oposición de la CECA, el órgano central de las cajas de ahorros, que teme la pérdida de su clientela, este cambio legal parece inevitable. No obstante, por muy rápido que se produzca, el desenlace de este proceso de fusión fría tardará meses. La operación en la que participa Caja Cantabria se anunciará en febrero, cuando se defina la situación en algunas regiones, pero el diseño de la fórmula exacta, la negociación de las participaciones y la elección de los nuevos responsables no llevará menos de tres meses.

Las cajas conservarán sus consejos

Las cajas integradas conservarán sus equipos directivos, sus consejos de administración y sus obras sociales, pero no está decidido si el banco resultante tendrá un presidente procedente de alguna de las virtualmente fusionadas y si será una figura con carácter ejecutivo.
Lo que sí parece claro es que el director será contratado y que en el consejo de administración del nuevo banco no habrá representantes sociales, políticos ni de impositores: sólo se sentarán los presidentes y los directores de las cajas participantes. En realidad, ese consejo será el que adopte las directrices de todas ellas, dado que habrá una unificación de políticas, aunque cada una conserve su marca y área de negocio, de forma que sus actuales ejecutivos quedarán como una especie de directores territoriales del banco.
Está por decidir de qué forma y con qué recursos se unificarán las condiciones de partida de todas estas marcas locales –las cajas– ya que es obvio que no todas parten del mismo punto en capital, morosidad ni eficiencia.
Lo que no es seguro es que el grupo recurra al FROB, el fondo estipulado por el Banco de España para recapitalizar a las cajas y ayudarlas en sus planes de saneamiento. El 8% de interés que ha establecido el Banco de España y los cinco años para su devolución parecen unas condiciones poco generosas y, en el caso del grupo en el que Caja Cantabria pretende integrarse, ese papel recapitalizador podrían llevarlo a cabo las entidades de mayor tamaño.
Con este diseño genérico, sólo resta que concluya la música de esta especie de ‘baile de sillas’, para saber definitivamente quiénes se sentarán en cada grupo y cuáles otras se quedarán sin novio. Fuentes del sector aseguran que “hasta ahora todo el mundo se ha limitado a buscar a la chica de ojos azules y medidas perfectas, pero de esas hay muy pocas” y llega el momento del realismo y de tomar decisiones. Por cierto, que en esa primera fase, la Caja cántabra recibió no pocos requerimientos, pero su objetivo hace tiempo que dejó de ser el de aliarse con otros iguales o más pequeños para formar un grupo modesto donde no hubiese primus inter pares. Ahora pretende entrar en uno de los grandes grupos de futuro, para estar por la parte de arriba del ranking, y eso pasa por aliarse con cajas de gran tamaño, aunque su peso en el grupo resultante se diluya.

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