‘Tenemos uno de los mejores bicarbonatos del mundo y ahora es nuestro producto estrella’

JORGE OLIVEIRA SE DESPIDE COMO DIRECTOR DE SOLVAY PARA ESPAÑA Y PORTUGAL

Las empresas más fuertes no son las que más facturan, sino las que se adaptan a todo tipo de escenarios. La planta cántabra de Solvay está cerca de cumplir 120 años y se prepara para otra larga vida con un ambicioso plan destinado a descarbonizar los procesos de producción. La factoría, que da trabajo a cerca de 700 personas (personal propio y de contratas), dispondrá en 2027 de una planta de cogeneración alimentada con biomasa forestal, con la que reducirá a más de la mitad sus emisiones de dióxido de carbono. Además, se valora la posibilidad de utilizar los futuros pozos de sal de Polanco, para el almacenamiento de hidrógeno verde. Jorge Oliveira, director hasta ahora de la compañía belga para España y Portugal, ha hecho en el Círculo Empresarial Cantabria Económica su última intervención pública antes de su jubilación.


La esperanza de vida en España ha crecido de manera sustancial en las últimas décadas. La de los hombres ha alcanzado los 80, la de las mujeres roza los 86. La de la factoría de multinacional belga Solvay en Torrelavega está aún por determinar porque, a sus 117, está a punto de iniciar una segunda juventud.

La fábrica, longeva como pocas, debe su continuidad a la producción de carbonato sódico, bicarbonato y, desde épocas recientes, SBO3, un producto que resulta muy eficiente para neutralizar los gases tóxicos emitidos en otros procesos industriales.

Estos compuestos químicos le han permitido posicionarse como un referente en la industria química internacional, un lugar del que el director general para España y Portugal, Jorge Oliveira, se mostró orgulloso.

Oliveira intervino en el Círculo Empresarial de Cantabria Económica para hablar de la transformación de la planta y su creciente apuesta por productos de valor añadido. Ha sido su último acto público antes de su jubilación el 1 de julio, después de 39 años en la empresa. Su cargo se repartirá. Pablo Alonso, recientemente nombrado director de la planta de Torrelavega también será el director general de Solvay España y John O´Shea, director de la planta de Portugal, el director general para ese país.

Frente a las grandes producciones tradicionales de sosa, el bicarbonato de sodio –otro clásico– se está convirtiendo en “nuestro producto estrella”, aunque siempre ha tenido una gran versatilidad, por sus múltiples usos, dijo Oliveira. En el ámbito alimentario, se utiliza como aditivo, regulador de acidez y conservante natural. En cosmética e higiene, es habitual en pastas dentales, desodorantes y limpiadores faciales. También está presente en los piensos de ganado.

Los asistentes de la última edición del Círculo Empresarial de Cantabria Económica, en la entrada del Hotel Real, instantes previos a la charla de Jorge Oliveira.

Todos los bicarbonatos pueden servir para estos usos, pero Solvay quiere sacarle partido a las especiales condiciones de pureza de la caliza cántabra y de la sal subterránea que extrae en la región y que deparan “uno de los mejores bicarbonatos del mundo”, según Oliveira, algo que resulta muy importante para el sector farmacéutico, que utiliza el más refinado en antiácidos para tratar trastornos digestivos y en algunas aplicaciones menos conocidas, como los cartuchos de hemodiálisis: “Los productores de estos cartuchos piden bicarbonato farmacéutico de Torrelavega”, explicó el director de la multinacional belga para la península.

Solvay lleva varios años apostando por estos productos de alto valor añadido y esenciales para nuestro día a día, sea el carbonato de sosa destinado a la fabricación de vidrio, paneles solares, productos de limpieza y varias aplicaciones en fabricaciones metalúrgicas y de papel o en el tratamiento de aguas. Solvay Torrelavega produce unas 600.000 toneladas al año de carbonato y unas 180.000 toneladas de bicarbonato y SBO3.

La multinacional aprovecha la calidad de las materias primas que encuentra en Cantabria –la caliza de San Felices de Buelna y los yacimientos de sal de Polanco– pero el reconocimiento que ha adquirido a lo largo de su trayectoria no solo procede de sus productos. La fábrica siempre ha sido una referencia por su forma de hacer y su constante evolución, aunque su porfolio no haya variado sustancialmente. Oliveira reveló que cada año invierten unos 16 millones de euros en mantener la factoría y entre 5 a 10 millones para la puesta en marcha de nuevas tecnologías y proyectos.

Una solución para reducir las emisiones

Solvay tiene 45 fábricas repartidas por todo el mundo y más de 9.000 empleados. En la planta cántabra trabajan 700 personas, entre personal propio y de contratas, una cifra que evidencia el papel dinamizador que ejerce desde hace más de un siglo en la comarca del Besaya. Un sostén económico que llegó a correr el riesgo de desaparecer por las restricciones que Europa impone en las emisiones de gases con efecto invernadero.

Cada industria tiene asignados unos derechos gratuitos de emisión de dióxido de carbono. Si amplía su producción y sobrepasa ese cupo, debe adquirir derechos excedentes de otros productores, cuyo importe varía en función del mercado. En 2014 el precio de la tonelada de CO2 se fijaba en cerca de 5 euros. En 2023 llegó a los 100 euros la tonelada, una cantía inasumible y una verdadera amenaza a la competitividad de las plantas en un mercado global donde las reglas mundiales pueden ser muy distintas. 

El cambio de caldera requerirá 250 millones y reducirá las emisiones casi a la mitad

Solvay optó por reducir la producción de sosa en más de un 30%, hasta situarla en unas 600.000 toneladas. Para mantener los ingresos, la factoría se reorientó hacia productos de mayor valor añadido, sobre todo el bicarbonato de sodio alimenticio y farmacéutico, el de gramaje más fino entre todos los que produce.

Oliveira admitió que Solvay se vio envuelta en una encrucijada al dispararse los precios del CO2 “porque ese aumento de costes se producía sin aumentar un ápice la producción”. De hecho, solo tenía dos opciones: “O buscábamos una solución o cerrábamos”. Al final, la empresa no solo cambió el mix de producciones, sino que activó un ambicioso plan para sustituir las fuentes de energía de sus procesos por otras más sostenibles, sustituyendo una de las dos calderas de carbón por otra alimentada con biomasa.

Ángel Pedraja, Luis Alberto San Román, Rosa María Haro, Gema Díaz, Jorge Oliveira, Alberto Ibáñez, Juan de Miguel, Miguel Ángel Ferrer e Isabel Bolado.

Un proceso largo, ya que aspiraba a que el Estado financiase parte del gasto a través de los Fondos de Resiliencia y Recuperación, hasta que, por fin, el pasado mes de marzo se acabó la incertidumbre. Tras el plácet del Ministerio de Transición Ecológica y del Ministerio de Industria, el grupo empresarial anunció la disponibilidad para la construcción de la nueva planta de cogeneración en su complejo de Torrelavega. Estará operativo en 2027, si se cumplen los plazos, y permitirá reducir casi a la mitad sus emisiones de CO2 y sustituir el 70% de su consumo de carbón.

Oliveira explicó en la charla que las nuevas instalaciones, en las que la compañía ENSO –aliado de Solvay en este proyecto– invertirá alrededor de 250 millones de euros, serán las mayores de su tipo en España y brindarán la posibilidad de usar el CO2 verde producido por la combustión de la biomasa para otros fines. “Hoy en día, está muy solicitado por potenciales consumidores: industria bebidas carbónicas y e-metanol y para producir combustible sostenible para aviones”, apuntó.

Vista aérea del complejo de industrial de Torrelavega, del que Solvay forma parte.

La nueva planta, de unos 3.000 m2, quemará subproductos de aserraderos, residuos forestales y otros restos de la madera que se envía a la industria de la celulosa. Con ello generará una potencia eléctrica de casi 50 megavatios, suficientes para garantizar el suministro de energía térmica y eléctrica que necesita la fábrica y para cubrir los autoconsumos de la planta de biomasa, vertiendo a la red el excedente.

Para esta iniciativa, tendrá el apoyo económico del Ministerio de Transición Ecológica, que aportará 30,1 millones de euros a través del PERTE de descarbonización industrial.

A pesar de haber obtenido el mayor importe entre todos los proyectos presentados a la convocatoria pública, Oliveira aseguró que ponerlo en marcha ha sido todo un reto y un largo trabajo de equipo local y del Grupo. “Han sido seis años de reuniones para convencer a políticos, ayuntamientos, gobiernos regionales y nacionales, y a la propia Unión Europea”, recordó. Eso le sirvió para lanzar una seria advertencia: “Si Europa no optimiza su forma de agilizar la inversión, la competencia global nos va a perjudicar”.

En su opinión, es necesario introducir mecanismos de protección para la industria europea, ya que el esfuerzo que está realizando para optimizar sus procesos de producción y hacerlos más sostenibles es muy significativo. Ante esta perspectiva, dejó un consejo muy rotundo: “Europa tiene que despertar”.  

Un complejo industrial lleno de sinergias

La filosofía del complejo que ha formado Solvay en Barreda ha ido cambiando desde su llegada a Cantabria en 1908. Solvay necesitaba todos los terrenos, pero a medida que muchas producciones se han compactado y requería menos espacio, la compañía belga fue dando entrada a otras empresas que utilizan sus productos o con las que colabora de manera directa.

Una de ellas es Bondalti, uno de los mayores productores mundiales de anilina y uno de los principales fabricantes de cloro de la Península Ibérica. Esta compañía, que pertenece al grupo portugués José de Mello, comparte con Solvay en Barreda varios servicios como el  mantenimiento, la vigilancia o algunos laboratorios.

Además, lo que fabrica una compañía beneficia a la otra. Solvay facilita a Bondalti la sal que necesita para el proceso de electrolisis, fundamental en la obtención de cloro, hidrógeno e hidróxido sódico, y Bondalti proporciona a Solvay productos finales que usa en sus procesos. Estas sinergias dan lugar a una economía circular difícilmente reproducible si ambas estuviesen alejadas.

Además, están conectadas por un circuito de tuberías que les permite transportar productos de una a otra sin generar emisiones de dióxido de carbono.

Comprobadas las ventajas, también estaba previsto el asentamiento de la filial de Bondalti denominada Lifthium Energy, que está valorando si instalar una refinería de litio verde aquí o en Portugal. El proyecto generó una gran expectación, ya que requiere invertir alrededor de 500 millones de euros y crear 200 empleos directos, pero Bondalti renunció hace unos meses a los 21 millones de euros que ya le habían sido concedidos en el PERTE del Vehículo Eléctrico para afrontar esta planta y, por el momento, la iniciativa está en suspenso.

Dentro del complejo industrial de Solvay se encuentra también una de las factorías de la multinacional francesa Air Liquide, a la que vende hidrógeno.


Zona de sondeos de sal de Solvay.

Las cavernas de sal que dejan los sondeos pueden ser el futuro almacén de hidrógeno verde

La zona central de Cantabria cuenta con un gigantesco domo de sal (diapiro salino). De extraer esa materia prima se ocupa Solvay, con perforaciones que pueden llegar hasta 1500 metros de profundidad.

Desde el inicio de la explotación, en 1904, hasta la fecha se han perforado más de 100 pozos, pero son las futuras cavernas, con diseño predeterminado, las que pueden tener una nueva vida, ya que resultan una solución idónea para el almacenamiento subterráneo.

Estas cavernas subterráneas, gracias a la estanqueidad que les confiere las espesas capas de sal que aún conservan a su alrededor, pueden retener las pequeñas moléculas de hidrógeno, algo que no resulta fácil de conseguir en otro tipo de depósitos.

Este proyecto de almacenamiento subterráneo en Cantabria, forma parte de la Red Troncal Española de Hidrógeno, impulsada por Enagas y que ha sido considerado un Proyecto de Interés Común y ha obtenido el 100% de la financiación europea solicitada.

La decisión definitiva se tomará en 2028, tras concluir todos los estudios. De utilizarse los pozos de sal, requeriría una inversión de cerca de 600 millones de euros y se pondría en marcha en dos fases, la primera en 2030 y la segunda en 2036.


En busca del perfecto equilibrio

Dado el carácter calorintensivo de su actividad, tanto Solvay como el resto de las compañías que operan en Barreda necesitan elevados flujos de energía para funcionar. En la conferencia, Jorge Oliveira desgranó algunas de las claves del modelo energético del futuro y opinó que ni España ni Europa pueden depender de una única fuente, sea renovable o convencional.

Resaltó que la estrategia más adecuada pasa por lograr un equilibrio entre una y otra, sin despreciar la utilidad de las centrales nucleares. El enfoque en la transición energética hacia las energías renovables ha generado altos costos energéticos y dependencia de los combustibles fósiles. El abandono gradual de la energía nuclear tras Fukushima, sumado a la transición hacia las energías renovables, ha derivado en una mayor dependencia del carbón y el gas, impactando tanto al medio ambiente como a la economía, aumentando las emisiones de dióxido de carbono y un mayor consumo de carbón en Europa.

Por ese motivo, consideró que el gobierno nacional debe dilatar la vida útil de estas centrales o apostar por las nuevas minicentrales. “Tiene que haber un mix energético equilibrado. No se pueden poner todos los huevos en la misma cesta”, dijo.

Una vida dedicada a Solvay

La vida da muchas vueltas y Jorge Oliveira ha dado muchas vueltas en la vida. El director general de Solvay en España y Portugal nació en la República de Rodesia, la actual Zimbabue. Cuando todavía era un adolescente, se vio obligado a salir de su tierra natal por la guerra colonial que asoló a su país y recaló en Portugal para estudiar la carrera de Ingeniería Química en la Universidad de Coimbra, que compaginó con varios trabajos, e incluso creó una empresa de moda.

Al finalizar sus estudios, en 1986 entró a formar parte de Solvay, una compañía que nunca puso techo a sus capacidades. A los ocho años de incorporarse se convirtió en jefe de la unidad de peróxidos (agua oxigenada) de la fábrica que la multinacional tenía en Portugal. Posteriormente dirigió equipos en Reino Unido, Eslovenia y, de nuevo, en Portugal.

En 2014, aterrizó en Cantabria para ponerse al frente de la planta torrelaveguense y solo un año más tarde se convirtió en el director general de la compañía para la península, acumulando su cargo de director de la fábrica en Barreda. Desde entonces ha ostentado la doble responsabilidad hasta que, tras dejar resuelta la tramitación de la futura caldera, el grupo ha designado un nuevo director de la planta de Torrelavega, el cántabro Pablo Alonso, y Oliveira ha continuado como responsable peninsular hasta el 15 de junio, quince días antes de su jubilación. Pablo Alonso asume ahora la dirección general de la compañía para España.


Chalets para los cuadros de la empresa en las inmediaciones de la fábrica. FOTO: RED DE PATRIMONIO INDUSTRIAL DE CANTABRIA

La empresa que hizo mejorar las condiciones laborales

Hay muchas cosas de la química básica que no se podrían explicar sin la figura de Ernest Solvay. Tradicionalmente, el carbonato de sodio se producía a partir de sosa cáustica, pero él inventó el proceso Solvay, un método más eficiente, rentable y respetuoso con el medio ambiente, utilizando caliza, sal y amoníaco como materias primas.

El fundador de Solvay no solo revolucionó los procedimientos para obtener la sosa por síntesis química. Con unas ideas sociales muy avanzadas, Ernest Solvay siempre mostró un interés genuino por las condiciones de trabajo de sus empleados. Entendía que, para garantizar la salud económica de la compañía, había que promover también el bienestar de su plantilla.

Solvay fue pionera en introducir la jornada laboral de ocho horas, mucho antes de que se estableciera formalmente en los primeros países, el descanso dominical y las vacaciones pagadas. También impulsó una remuneración adecuada para sus trabajadores y les brindó acceso a un sistema de pensiones y atención médica, algo inédito en ese momento.

Una de las acciones para favorecer la conciliación de la vida profesional y familiar de sus empleados fue crear núcleos viviendas en torno a las fábricas que levantaba.

Oliveira recordó en el Círculo Empresarial cómo fue ese proceso en Torrelavega y explicó por qué las viviendas que se construyeron en esa época en los alrededores del complejo industrial poco tienen que ver con la arquitectura cántabra. “Los planos de los arquitectos belgas contemplaban el uso del ladrillo típico de su país. Como aquí no los había, se montó una fábrica expresamente para producirlos”.

Además de las viviendas para los cientos de empleados que contrataba, construyó un centro escolar, un lavadero público, una casa cuartel para la Guardia Civil y un barrio para los obreros de la fábrica. También se edificó un hospital, un campo de fútbol, un gimnasio, una bolera, un club de tenis con cinco pistas y un casino.

A medida que la empresa crecía, también lo hacía la influencia del químico belga. En 1911, Solvay organizó en Bruselas el famoso Conferencia Solvay de Física, que reunió a algunos de los más grandes genios científicos de la época, incluyendo a Albert Einstein, Marie Curie y Rutherford. La 5ª conferencia en 1927, considerada la más famosa consolidó a Solvay como un líder industrial, pero también como un mecenas de la ciencia. “En esa foto famosa 17 de los 29 asistentes se convertirían en premios Nobel”, remarcó Jorge Oliveira.

El director de Solvay para la península también puso de relieve el compromiso ambiental de la empresa y destacó los trabajos que desde hace casi 30 años lleva a cabo para recuperar su antigua cantera de caliza de Cuchía. “En es recuperación paisajística hemos invertido muchos millones”. Solvay ha recibido por ese proyecto el premio CEFIC 2021 de la Unión Europea a la Preservación de Ecosistemas. “Ahora hay allí unos paseos fantásticos”, recordó.


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