La economía externalizada

Las grandes fábricas han optado por concentrarse exclusivamente en su tarea productiva y externalizar todas las demás, lo que ha trasladado al sector servicios una gran parte del PIB. Este trasvase ha dado lugar a un notorio incremento de la productividad –cada uno hace aquello que realmente sabe hacer– y a un crecimiento mucho más rápido, al esforzarse estas nuevas empresas en ampliar su mercado.
Las empresas de servicios que nacieron con la externalización (el outsourcing) se han consolidado y han demostrado mucha mayor capacidad de crecimiento que las propias industrias de las que partían. Si en los primeros años de su existencia las grandes fábricas tejieron a su alrededor un entramado de proveedores industriales, ahora han propiciado una red de servicios que se ha extendido a toda la sociedad. El último ejemplo es el de la atención telefónica, que permite que compañías tradicionales se hayan desprendido, incluso, de la relación telefónica con sus clientes, derivandola hacia empresas especializadas. Un servicio que la propia administración ha hecho suyo, de forma que son empresas externas las que se encargan de informar al ciudadano sobre cuestiones administrativas o de atender las llamadas de emergencia.

Un VAB pequeño

Las compañías de servicios se han convertido en el destino del grueso de las promociones que lanza la Universidad, aunque en Cantabria distan de haber alcanzado el perfil de alto valor añadido que tienen en las grandes ciudades. Por el momento, son buenas receptoras de empleo, pero no alcanzan los ratios medios de productividad, salarios y valor añadido del sector industrial. Y esa tendencia parece creciente. En el último año el empleo cántabro en el sector servicios aumentó nada menos que un 11,7%, la mayor proporción de todo el país. Sin embargo, el valor añadido creado por el sector sólo aumentó un 3,1%, según el INE. Una desproporción que merecería un estudio en profundidad para conocer las causas.
La región ha hecho muchos esfuerzos para tratar de conseguir lo contrario, encaminando los servicios hacia actividades tecnológicas de alto valor añadido, para lo cual hay ventajas evidentes: la existencia en la región de una Universidad de carácter politécnico, como la de Cantabria, y un ratio de gasto por alumno muy superior a la media. Pero el camino es largo y la competencia exterior es muy dura, porque casi todo el mundo ha hecho la misma apuesta.

El sector informático

Las esperanzas que se habían puesto en los últimos años de la pasada centuria se enfriaron con la crisis de la burbuja tecnológica, pero lo cierto es que Cantabria podía ofrecer unas condiciones muy buenas. Es cierto que las conexiones a Internet eran muy inferiores a la media nacional, pero paradójicamente había una mano de obra muy cualificada en programación. Eso hizo que algunas grandes compañías nacionales de software pensasen en Cantabria. Un lugar donde las plantillas son relativamente estables, por lo que había menos peligro de perder los mejores efectivos, fichados por una compañía rival, y donde la hora de programación es sensiblemente más barata que en Madrid o Barcelona.
En cualquier caso, las compañías informáticas de la región han creado ya un entramado suficientemente sólido, con clientes muy solventes, y han salido mejor paradas que las de otros lugares donde la actividad se encontraba más vinculada a Internet. Esta situación les concede una ventaja comparativa frente a otras compañías nacionales de mayor tamaño pero que resultaron más afectadas por la crisis tecnológica y que consumieron ingentes cantidades de recursos financieros que nunca podrán recuperar.
La sensación en el sector cántabro de las nuevas tecnologías es la de haber superado una enorme purga y haber flotado con relativo éxito, gracias a unos planes de negocio mucho más modestos, pero también más realistas. El resultado es que el sector informático es hoy más sólido de lo que era hace dos años, en plena vorágine de las puntocom, lo cual no quiere decir que en Cantabria no haya habido afectados por la crisis tecnológica.

Variedad

Parece claro que una tarea tan especializada como el mantenimiento informático era una de las actividades que las empresas tradicionales estaban más dispuestas a externalizar, pero no hay que suponer que este patrón sirve para las restantes. De hecho, apenas tiene que ver con la limpieza, con los servicios de comedor para el personal o con el mantenimiento de pintura o electricidad. En realidad, no hay casi ninguna tarea a la que una empresa no esté dispuesta a renunciar si alguien se la ofrece más barata o en mejores condiciones. Hace poco hubiese resultado difícil de creer que una compañía guardase los secretos más arcanos de su actividad en discos duros de ordenadores ajenos, alquilados al efecto. Por no hablar de sus archivos en papel, que de forma cada vez más frecuente van a parar a los almacenes de empresas que ofrecen su custodia.
El abanico es cada vez más amplio y eso está provocando la aparición de compañías multiservicios, capaces de reducir la creciente nómina de proveedores de las grandes empresas y de alcanzar una cuota de mercado significativa que permita las sinergias.
La extrema racionalización de las industrias, que llevan muchas décadas de ventaja, no se ha podido producir aún en los servicios, en plena ebullición de nuevas actividades. Eso hace que sean muy pocas las empresas de la región que alcancen la masa crítica suficiente para capitanear la reestructuración de su área de actividad. En un sector joven también es muy pequeña la presencia de empresas foráneas, especialmente de multinacionales que, en otros sectores han ejercido su autoridad a través de compras, fusiones o concentraciones.
De las 25.727 empresas de servicios censadas en Cantabria, más de la mitad (14.363) son autónomos sin asalariados. Otras 7.000 tienen un solo asalariado y de 50 trabajadores sólo pasan 107, el 0,41%, lo que demuestra la atomización de este sector que tiene por delante un largo recorrido.

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