Villa Mayor, la vida después de los 60

María Asunción tiene 73 años y vive junto a su marido Antonio, de 76, en un ático de Villa Mayor. Fue una de las primeras inquilinas de este complejo residencial de Maliaño pensado para jubilados y personas de cierta edad, que califica de “rincón maravilloso”.
Hasta llegar allí, esta mujer con nueve nietos y una bisnieta, que se define así misma como niña de la guerra, había vivido en Francia y en Buenos Aires. El cambio desde su último destino –un chalet de Meruelo– ha coincidido con la recuperación médica del oído, tras 25 años de sordera. Ahora, su pasatiempo preferido es “escuchar el viento, los grillos e incluso las tormentas del invierno”.
Mientras Maruchi –como prefiere que le llamen– pasea por los jardines, su vecino Rafael regresa de pescar con un jargo que está dispuesto a cocinar él mismo. Madrileño de origen, pero residente en Cantabria desde hace más de cincuenta años, Rafael optó por alquilar un apartamento en Villa Mayor tras la muerte de su mujer. “Mi vivienda era demasiado grande y aquí me siento más acompañado”, dice. Después de seis meses, lo que más valora es “la tranquilidad, el compañerismo y la profesionalidad de la dirección”.
Las de Rafael y Maruchi son algunas de las historias que se encuentran sin buscar en Villa Mayor. Una joven ciudad para personas maduras donde se dan cita “quienes han vendido su chalet o vivían de alquiler en Santander; gente sola que quiere sentirse protegida; matrimonios con cierto nivel cultural que juegan al golf o van de vacaciones e, incluso, directivos que convierten una de las habitaciones en despacho”, señala el gerente del complejo, Aitor Pellón. La filosofía con la que se ha creado es convertir a la tercera edad en protagonista, aunque también han llegado muchos jóvenes, animados por el atractivo precio del alquiler.
Pensado para los mayores, el arrendamiento de una vivienda incluye asistencia sanitaria las 24 horas del día, alarmas de teleasistencia, vigilancia o limpieza semanal. La inminente apertura de un centro de servicios, deporte y tiempo libre, dará un paso más hacia el objetivo de convertirse en una pequeña ciudad para mayores, que no se habrá alcanzado hasta que se construya una residencia geriátrica y una pequeña Universidad.

El agua de la vida

Ahora acaba de inaugurarse el Aquacenter Alday, un centro de servicios que incluye un área de piscinas de 1.400 m2, cafetería-restaurante, consulta médica, peluquería, horno de pan caliente y una tienda de alimentación.
Los residentes también tendrán allí su club social, con biblioteca, salas de televisión y juegos, y un centro deportivo e hidrotermal. Este último estará abierto a usuarios externos para poder ser amortizado.
Tanto las personas mayores, para las que se ha diseñado un programa especial de rehabilitación a un precio de seis euros, como las de cualquier otra edad, podrán apuntarse al gimnasio o a la piscina para descansar o, simplemente, para divertirse.
El centro residencial está a sólo ocho kilómetros del centro de Santander y la comunicación con el resto de la provincia tampoco supone un problema, porque hay una estación de Renfe cercana y pronto dispondrá de una parada de autobús en la puerta. “Nuestra mayor fortuna es tener al lado 1.500 viviendas de gente joven, grandes superficies comerciales y unos 20.000 vecinos de Camargo que llegan a Villa Mayor con sólo cruzar un puente”, indica el director médico de Villa Mayor, Javier Hernández de Sande. Después de una larga experiencia profesional en éste área, Hernández de Sande ha diseñado personalmente el centro hidrotermal, que aprovecha los beneficios del agua para reducir el estrés o tratar pequeñas molestias.
Como en otras instalaciones deportivas, hay una zona seca con un gimnasio de aparatos y cardiofitness, una gran sala de actividades –aerobic, tonificación, step o bailes de salón– y ocho salas individuales de masaje. Pero lo que le distingue es la zona de balneario, donde Hernández de Sande destaca su piscina dinámica como “la más grande en tamaño y la más completa de la región en cuanto a técnicas en el interior”.
De hecho, el Aquacenter Alday podría albergar a unas noventa personas entre sus dos piscinas dinámicas y de rehabilitación. Además, tiene un canal para el tratamiento de varices o esguinces a través de contrastes de temperatura, una terma seca y un spa dotado con una ducha de aromas de menta. Un jacuzzi elevado, una terma húmeda con pulsadores de agua pulverizada para refrescarse y cuatro técnicas terapéuticas individuales completan el equipamiento. Entre los tratamientos se encuentra la ‘ducha vichy’ –para hacer masajes bajo el agua caliente–, los fangos, baños de pediluvio y maniluvio –para tratar problemas de pies y manos, como la artritis– y una bañera individual, para quienes no pueden sumergirse en la piscina por incapacidad, miedo o afecciones cardiacas o bronquíticas.
Su director médico señala su interés por “ganar prestigio en tratamientos de hidroterapia, porque en Cantabria hay muchas piscinas de natación, pero apenas ninguna preparada para la rehabilitación dentro del agua”.

De protección oficial

El centro de servicios se ha convertido en el principal complemento de los 232 apartamentos de Villa Mayor que, además de sus especiales características, es la primera promoción de alquileres calificada en Cantabria como de protección oficial.
La llegada del primer inquilino se produjo en junio de 2004 y hoy las viviendas registran una ocupación del 80%, con unos resultados que el gerente, Aitor Pellón, califica de “espectaculares, gracias a que estamos ofreciendo a mayores y jóvenes una forma de vida más barata que incluye consultas médicas, teleasistencia, alarmas o portería las 24 horas del día”.
Los apartamentos –de 45 a 72 m2, además de plaza de garaje y trastero– están pensados para matrimonios maduros, con hijos emancipados, o para personas que viven solas. El alquiler, que incluye gastos de comunidad, es de 300 euros, para los de una habitación, y de 360 euros para los de dos. Todos ellos cuentan, además, con aseo, cocina, salón y baño. Unas tarifas accesibles que han animado a muchos jóvenes a utilizar este complejo para independizarse, algo para lo que inicialmente no estaba pensado.
Los ancianos también encuentran el atractivo del precio –una residencia les costaría bastante más– pero valoran, sobre todo, los servicios de vigilancia y seguridad. Muchos se sienten más seguros que en su propia casa, al disponer de un sistema de teleasistencia de manos libres, que genera una llamada al centro de servicios y permite que sean atendidos a cualquier hora del día o de la noche. “Nos pueden llamar porque se han caído o, simplemente, porque no saben como funciona el horno”, explica el gerente.
Pellón insiste en el diseño del complejo a la medida de las necesidades y circunstancias de las personas mayores: “A partir de unos 500 euros mensuales, pueden vivir en una casa de 60 m2 donde se sienten protegidos y disponen de todo tipo de actividades y servicios como un restaurante que les lleva la comida a casa por cinco euros o un centro médico que les gestiona los medicamentos que deben tomar para que no tengan que desplazarse”, dice.

Un proyecto de larga gestión

Si algo sobrevuela en torno a una idea pionera y ambiciosa como esta es el riesgo y la incertidumbre. A día de hoy, los promotores han invertido casi 4.000 millones de pesetas de los cerca de 7.000 que costará el proyecto completo. En esta singular urbanización camarguesa de 70.000 m2 –de la que la mitad serán jardines– todavía quedan por construir una residencia para personas asistidas y la llamada Universidad del Mayor.
La idea original partió hace algo más de una década del Patronato Europeo del Mayor, encarnado en la figura de Modesto Chato, que encontró la colaboración de Ecoplar, un socio inversor que le ofrecía, como garantía, la experiencia de haber construido varios centros de mayores en otros puntos de España. Antes de Villa Mayor, esta constructora y gestora de residencias madrileña había proyectado un hospital de media y larga estancia y cinco residencias. Precisamente, el encargado de lidiar con el día a día de Villa Mayor, Aitor Pellón, es un licenciado en pedagogía social especializado en gerontología que ya estuvo al frente de una residencia de Ecoplar en Serranillos del Valle (Madrid) y participó en la construcción de otras en Mirasierra (Madrid) y Granada.
Caja Cantabria, el tercer vértice del triángulo, confió a Ecoplar su residencia de mayores de Cazoña en diciembre de 2003. Desde entonces, Ecoplar se encarga de su gestión pero su propósito es que la residencia de Cazoña desaparezca y sus instalaciones se destinen a obra social para mayores. Entonces, su personal e inquilinos se trasladarán a la nueva residencia que comenzará a construirse dentro de los límites de Villa Mayor, tan pronto obtengan la licencia. A partir de ese momento, el proceso se sustanciará en tres años. Mientras tanto, Caja Cantabria ya está implicada en el desarrollo de actividades deportivas o culturales para mayores que tienen lugar en el complejo.
Otros agentes que han tenido una participación notable en el proyecto son el Ayuntamiento de Camargo, que cedió terrenos al Patronato Europeo del Mayor y el Gobierno cántabro, que permitió la construcción de viviendas de protección oficial en alquiler, con una subvención que rondaba el 7% de la inversión en los apartamentos, que fue de unos 2.500 millones de pesetas.
Cuando concluyan las obras, que han sido encargadas en su totalidad a Cenavi y en gran parte proyectadas por la ingeniería JDR, Villa Mayor se habrá convertido en una ciudad de mil habitantes: 800 vecinos, entre los de la residencia y los apartamentos, y cerca de 200 trabajadores –150 de ellos en la futura residencia–, sin contar a las personas que mantengan la actividad de la Universidad del Mayor, donde se reubicarán las Aulas de la Tercera Edad.
El complejo abre una nueva época en la gerontología cántabra y augura tiempos en que la vejez quizá se convierta también en “un divino tesoro”.

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