PARO Y DEUDA: El Gobierno se queda sin tiempo

Ignacio Diego ya tiene algunos conejos en el cajón que poder ir sacando en el último año de legislatura: la primera piedra de varias empresas; la conclusión de Valdecilla y el Centro Botín y la adjudicación de los teleféricos que pretende construir en Cabárceno y Vega de Pas, aunque esto último no sea tan seguro. Un combustible que, bien administrado, puede darle un poco de aire en el recodo final de su cuatrienio. Pero no va a poder conseguir lo que aparentemente buscaba cualquier elector cuando le votó en 2011: que el paro y la deuda disminuyan en su mandato.
En el año que queda para llegar a las elecciones ya es materialmente imposible reducir el desempleo hasta volver al punto de partida. A día de hoy, en Cantabria ni siquiera es posible consolarse con la idea de que ha dejado de crecer. A pesar de que cada vez hay más gente que sale del mercado de trabajo por desánimo, el paro sigue subiendo y va por 55.000 personas cuando en el resto del país ya ha comenzado la curva descendente.
Para poder presumir de haber dejado una situación mejor, Diego necesitaría recortar el desempleo en 14.200 personas hasta el final de legislatura, mil personas cada mes, un objetivo que parece del todo imposible porque, aunque se produzcan mejoras estacionales significativas, es casi inevitable que se produzca el efecto contrario al concluir la temporada de contratos.
Todavía es mucho más improbable alcanzar el mismo número de trabajadores, ya que desde entonces el mercado de trabajo local se ha estrechado, por la marcha de extranjeros, la emigración de los propios nacionales y por el desánimo de quienes ya ni siquiera aspiran a encontrar una colocación.
La reforma laboral tampoco ha derribado las barreras de entrada al mundo del empleo, que siguen pareciendo insalvables para los jóvenes de Cantabria. En la cohorte de edad que va desde los 16 a los 25 años solo hay 5.800 personas con trabajo en la región. La irrelevancia de esta cifra resulta más evidente cuando se compara con la de ocupados en el otro extremo de la vida laboral, los que tienen entre 56 y 65 años. En este tramo, y a pesar de las jubilaciones anticipadas que aplicaron muchas empresas años atrás, hay 35.900 ocupados, casi siete veces más.
Cambiar estas circunstancias no le está siendo nada fácil al Gobierno y menos aún mantener el nivel de ingresos fiscales, puesto que muchos de ellos van vinculados al empleo. No solo pasan cada año a la jubilación muchos más trabajadores de los que entran en los primero estadios de vida laboral, sino que sus salarios –y sus cotizaciones– son muy superiores.
Eso puede explicar, en parte, que la curva de la deuda tampoco está cambiando de tendencia. El Gobierno de Ignacio Diego heredó un endeudamiento de 1.250 millones de euros (el 9,7% del PIB) y, a pesar de todas las políticas de contención en el gasto, de haber anulado prácticamente las inversiones y de la reducción de los tipos de interés, la deuda regional superó en septiembre pasado los 2.139 millones de euros (16,7% del PIB), cerca del doble.
Tampoco en este caso, el Gobierno tiene posibilidad alguna de retornar al punto de partida en los meses que quedan de legislatura. De hecho, es mucho más difícil de conseguir que con el paro, puesto que la deuda tiene un efecto perverso: cada vez se necesitan más intereses para sostenerla, lo que hace que la bola siga creciendo. Y lo seguirá haciendo mientras no vuelvan los años en que se podían cerrar los ejercicios con superávit, algo de lo que hoy parecemos estar a distancias siderales.
La deuda de Cantabria en estos momentos sobrepasa los 2.200 millones de euros, aunque para conocerla hay que acudir al Banco de España, ya que las últimas cifras que figuran en el Portal de Transparencia del Gobierno cántabro (muy poco transparente en este caso) se refieren al 31 de diciembre de 2011, es decir, al comienzo de la legislatura. Por entonces era de 1.300,9 millones de euros, de los que 1.090,8 correspondían a la Administración y 210 a las empresas y entes públicos. Según el Banco de España, un año después (el primer año completo de gobierno de Ignacio Diego) pasaba a ser de 2.032 millones de euros y el 30 de septiembre de 2013 era ya de 2.139 millones (el 16,7% del PIB, casi tres puntos más que un año antes).

El pesimismo continúa, pero menos

A la vista de lo difícil que está resultando cambiar las tendencias en la propia Administración, es muy difícil que cambie significativamente el tono del empresariado. Aunque en la última oleada es precisamente en Cantabria donde mejora más, el porcentaje de optimistas es tan bajo que solo puede considerarse una victoria pírrica. Los empresarios que creen que en este primer trimestre del año las cosas mejorarán han subido ahora al 7,8%, un porcentaje que resulta absolutamente descorazonador si no tenemos en cuenta que en el trimestre anterior era de apenas un 3,5%. En cualquier caso, sigue siendo muy inferior a la media nacional y los esperanzados siguen a años luz de los que piensan que las cosas aún van a
ir a peor (44,4%).

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