El turismo rural empieza a padecer un exceso de oferta

El año 2002 parece haber marcado un punto de inflexión en el desarrollo del turismo rural en Cantabria. Tras el vertiginoso crecimiento de esta singular oferta hotelera en el bienio 2001-2002, el balance del pasado ejercicio parece apuntar la necesidad de moderar la avalancha de este tipo de establecimientos, o al menos así lo cree la Asociación de Turismo Rural de Cantabria, que el pasado año sumó de golpe cerca de 50 nuevos asociados.
En la actualidad están representados 186 de los 253 establecimientos de diverso tipo –casonas, posadas y viviendas rurales– que existen en la comunidad autónoma.
El principal argumento para suponer que se ha llegado a un punto próximo a la saturación se encuentra en la caída del grado de ocupación en los alojamientos de turismo rural durante el pasado año. A pesar de que tanto el número de clientes como el de pernoctaciones se incrementaron, hubo que repartirlos entre muchos más establecimientos y eso provocó un descenso relativo para cada uno de ellos. La ocupación bajó 3,65 puntos y se situó en el 23,49%. Y esto ocurrió en un año en que el número de viajeros que optó por el turismo rural creció nada menos que un 28%, alcanzando la cifra de 117.770 usuarios y el de pernoctaciones, aunque no fue tan espectacular, aumentó un 16,4% hasta alcanzar las 309.407.
Dado que no se puede restringir la apertura de nuevos establecimientos y que el sector parece tener todavía un irresistible atractivo para inversores, en muchos casos procedentes del negocio inmobiliario, la única posibilidad de restablecer la situación pasaría por un aumento de la demanda, como señala el presidente de la Asociación de Turismo Rural, Jesús Blanco: “Con la sobreoferta que existe en estos momentos, si queremos seguir manteniendo los niveles de ocupación tendremos que aumentar el número de visitantes al menos en un 20%”. Algo que no parece sencillo cuando muchas otras comunidades autónomas se están volcando en la promoción de una modalidad de turismo que hasta hace pocos años era casi privativa de la España verde.

Un negocio sui generis

Aunque un índice de ocupación de las habitaciones de poco más del 23% pueda arrojar dudas sobre la rentabilidad de este tipo de establecimientos, la singularidad del turismo rural hace que no se le pueda medir con parámetros propios de hoteles urbanos, donde el 80% de ocupación suele utilizarse como índice de la buena marcha del negocio. Los establecimientos de turismo rural suelen ser atendidos directamente por los propietarios, y en aquellos que, como las posadas, no sobrepasan las 15 habitaciones, apenas recurren a la contratación de dos personas en temporada alta.
Sin embargo, la llegada de nuevos inversores está modificando también las formas de gestión de un sector que en muchas zonas de Cantabria parece haber tocado techo. Además de los hoteles rurales abiertos en zonas con gran tradición turística como Liébana o Santillana, los programas de desarrollo acogidos a las iniciativas europeas Leader y Proder han impulsado la hostelería rural en comarcas como Campoo y Saja-Nansa, donde el sector estima que se ha alcanzado ya un número suficiente de establecimientos. Quedan zonas como Soba, el bajo Pas o San Roque de Riomiera que todavía están muy lejos de la saturación, bien porque la presencia de turistas es muy pequeña o bien porque las escasas iniciativas empresariales no propician su llegada. Sin embargo, sus proyectos hosteleros, cuando los generen, llegarán tarde ya que no podrán contar con las ayudas públicas recibidas por los restantes. Desde el año 2000 han desaparecido los fondos europeos destinados al desarrollo de los establecimientos rurales, que subvencionaban hasta el 35% de la inversión, si bien sobreviven las ayudas destinadas a la mejora de los ya existentes.

Más demanda en la propia Cantabria

Aunque los clientes del turismo rural en Cantabria provienen sobre todo de Madrid y Castilla-León, y en menor grado de Cataluña y del País Vasco, los propios cántabros han comenzado a valorar el atractivo de una forma de hacer turismo que se presta bien a escapadas de fin de semana y que permite descubrir rincones de nuestra geografía que, quizá por cercanos, no son suficientemente conocidos.
El pasado año, el 15,4% de las reservas registradas en las casonas, posadas y viviendas rurales de la Asociación provenían de la propia Cantabria.
También mantiene un interés creciente en comunidades como la vasca, que ha pasado de suministrar el 16,1% de los viajeros en el 2001, al 21,1% el pasado año. Por el contrario descendió el número de visitantes procedentes de Madrid –del 27,8% al 25,4%– y de Cataluña –del 9,6 al 7,0%–, lo que ha llevado a la Asociación a pedir campañas de promoción específicas para recuperar esos mercados.

Faltan viviendas rurales

Si el sector está sobredimensionado en establecimientos como las posadas –que suman 113 de los 186 asociados –, no ocurre lo mismo en el apartado de casas de labranza, donde hay tan sólo seis, o de viviendas rurales (44 en Cantabria) de las que existe una gran demanda que se cubre en muchos casos por canales no reglados: “Nosotros pensamos que la oferta oficial de vivienda rural aún es pequeña” –señala el secretario de la Asociación de Turismo Rural, Pedro Herbosa–. “Yo animaría a algunos particulares que hoy día ofrecen su vivienda por conductos extrahoteleros, a que adecúen su oferta a la reglada y homologuen sus viviendas”.
El alquiler de una vivienda rural para turistas no exige el alta en el impuesto de actividades económicas y a efectos fiscales se considera como un simple arrendamiento.
Herbosa señala como una de las carencias más importantes que frenan el desarrollo del turismo rural, la inexistencia de actividades culturales y de ocio que complementen el esfuerzo realizado para poner en pie una red de turismo rural cuyo nivel medio de calidad y densidad supera al de cualquier otra comunidad autónoma española. Una carencia difícil de entender en una región con atractivos suficientes para la puesta en marcha de todo tipo de programas de ocio.

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