La planta de Tubacex abrirá en octubre

La potencia industrial de la vecina comunidad vasca siempre ha sido un oscuro objeto de deseo para Cantabria, pero esa cercanía no terminaba de dar los resultados esperados. Ni en el polígono oriental de Vallegón, pensado, en buena medida, para albergar a empresas procedentes de esa comunidad, donde tienen grandes dificultades para conseguir suelo, ni en la complementariedad de los tejidos industriales de ambas regiones.
La llegada de una multinacional como Tubacex, marca un punto de inflexión y es un buen ejemplo de las ventajas competitivas que ofrece Cantabria para la implantación de empresas industriales. Ventajas que desde la propia firma vasca se resumen afirmando que “se han tenido en cuenta criterios comerciales, industriales, logísticos, de infraestructura, económicos, de mano de obra, de conflictividad laboral y de servicios”. Todo un compendio de los factores que hacen atractiva nuestra comunidad para asentar una empresa industrial, aunque hayan cobrado un especial protagonismo dos bien distintos: la polémica oferta de suelo gratis durante cinco años y la implicación del Gobierno cántabro, a través de Sodercan, en la puesta en pie de la nueva planta.
El anuncio de que Tubacex había decidido instalar una empresa filial en Cantabria y las condiciones que le habrían animado a dar ese paso desató la reacción del Gobierno vasco. Aunque en este caso Tubacex ha optado por un polígono privado y ha pagado por el suelo que ocupa, el Ejecutivo de la comunidad vecina planteó ante la Comisión Europea la cuestión de si Cantabria puede haber eludido la legislación sobre competencia al ofrecer suelo gratis para atraer a compañías de otras regiones. También ofreció a Tubacex las mismas condiciones que había acordado con Sodercan, (la participación en su capital) a condición de que la nueva inversión se quedase en Álava. No fue fácil saber cuál era el pacto alcanzado con el Gobierno cántabro, porque amparándose en una cláusula de confidencialidad, el Ejecutivo de Ignacio Diego se resistió durante semanas a hacer públicos los términos. Al final, desveló en el Parlamento regional que Sodercan aportaría 3,5 millones de euros al proyecto. De ellos, algo más de 700.000 como capital social de la nueva compañía (Tubacex Servicios) lo que equivale a un 19% del accionariado, y el resto como fondos propios. Por su parte, la empresa vasca aporta tres millones de euros al capital social, además de su conocimiento, su cartera de clientes y la I+D del producto.
El pacto incluye también el compromiso de Sodercan de permanecer en la sociedad siete años y vender después su participación.
La iniciativa del Gobierno vasco no desbarató estos planes de la multinacional, que se mantuvo fiel al acuerdo alcanzado con el Ejecutivo cántabro, y la planta que se está construyendo en Orejo estará operativa en octubre.

Un proyecto estratégico

La nueva nave se está levantando en el polígono de Marina-Medio Cudeyo, sobre una parcela de 10.000 m2 de los que ocupará la mitad, aunque la firmeza de la apuesta de Tubacex por esta ubicación y sus previsiones sobre el negocio le han llevado a asegurarse una reserva de suelo sobre otros 37.000 m2. Una vez que concluya la obra civil, se iniciará el proceso de equipamiento y la colocación de la maquinaria, traída de EE.UU.
La planta de Orejo ha sido diseñada para llevar a cabo el shot peening, una técnica de tratamiento de superficies en el campo del granallado para aumentar la resistencia de los tubos de acero que van a ser sometidos a altas temperaturas, como es el caso de los destinados a centrales térmicas de última generación, las denominadas ‘supercríticas’, donde ha aparecido un mercado importante, especialmente en Asia.
La planta creará 110 puestos de trabajo directos en los próximos cuatro años pero también generará un importante número de puestos de trabajo indirectos, animará la subcontratación con empresas locales y aumentará las exportaciones desde el puerto santanderino.
La intención es que la fábrica de Orejo, además del granallado, vaya incorporando gradualmente nuevas actividades industriales y de servicios para añadir valor a los tubos que se fabrican en otras plantas del Grupo.

Una multinacional con fábricas en tres países

Tubacex, que el pasado año cumplió medio siglo, es el segundo mayor fabricante mundial de tubos sin soldadura en acero inoxidable y altas aleaciones de níquel. Un material demandado en la extracción de gas y petróleo y en la industria petroquímica, que concentran más del 90% de sus ventas. Los tratamientos de la planta de Orejo están pensados para las necesidades de la generación de energía, que requieren materiales de altas prestaciones mecánicas y de resistencia a la corrosión, capaces de soportar condiciones extremas de presión y temperatura.
El grupo Tubacex cuenta con fábricas en Llodio, Amurrio y Arceniega (Álava), así como en Ternitz (Austria) y en Greenville (Estados Unidos). Además del sector energético, sus productos también van dirigidos a las desalinizadoras y a las industrias mecánica, aeroespacial, alimentaria, electrónica, de bienes de equipo y nuevas tecnologías.
Tubacex es uno de los pocos grupos que dispone de una producción integrada, lo que le permite controlar todo el proceso, desde la fabricación del acero a la extrusión en caliente y la laminación en frío de los tubos. Contar con acerías propias le supone una gran ventaja competitiva, por la flexibilidad en la producción, la posibilidad de realizar coladas especiales y la reducción de los plazos de entrega en pedidos urgentes.
El pasado año, Tubacex vendió sus tubos en más de 60 países, aunque el 60% de sus ventas se realizan en Europa, su mercado natural, mientras que a Estados Unidos y a Canadá va a parar otro 15%. Entre el entramado de fábricas y oficinas comerciales, la firma de Llodio cuenta con más de 1.900 personas, repartidas en 15 países, a los que a partir del próximo mes de octubre habrá que añadir los trabajadores que se vayan incorporando a la planta cántabra.

El valor de la especialización

A pesar de la diversificación de su mercado, Tubacex no ha dejado de notar la crisis. En su caso, reflejada en los descensos de pedidos de sectores como el gas, el petróleo o la energía. En 2009 tuvo que afrontar un ERE temporal en España y Austria, además de poner en marcha otros planes de reducción de costes. Su facturación, que en 2008 había llegado a 761 millones de euros, descendió en 2012 a 532 millones, pero su apuesta por darle mayor valor añadido a los tubos destinados a la exploración y extracción de petróleo y gas a grandes profundidades marinas ha funcionado y en 2012 una quinta parte de sus ventas ya estaban originadas por esos nuevos productos.
En esa estrategia innovadora se inscribe la iniciativa empresarial que está tomando cuerpo en Orejo, aún con el coste del desencuentro que le ha supuesto con el Gobierno vasco. Una polémica que puede verse cerrada tras la reciente decisión del Grupo de reforzar su compromiso industrial con el País Vasco invirtiendo 25 millones de euros en las plantas de Llodio y Amurrio, pero que podría reabrirse si, como espera el Gobierno cántabro, el desembarco de Tubacex sirve de efecto llamada para animar a otras industrias de la comunidad vecina a apostar por nuestra región para expandir sus instalaciones.

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