Las cuentas de la lechera
Cuánto se dejan realmente los cruceros que hacen escala en Santander? Depende. El Ayuntamiento los estima unos 60.000 euros por barco y día. La consultora Cruises News Media Group da unas cifras parecidas. De acuerdo con un estudio que ha realizado en toda España, en los seis primeros meses del año, los ocupantes de los barcos de recreo se gastaron en Santander un total de 444.000 euros. Con tan modestas cifras, resultan sorprendentes las expectativas que están poniendo la ciudad y el Puerto en estos tráficos. ¿Se plantearía cualquier empresa abordar inversiones de varias decenas de millones de euros para construir un muelle de 800 metros o una nueva terminal de pasajeros para conseguir una facturación de apenas un millón de euros al año?
Ni el aeropuerto de Castellón, ni el AVE de Huesca tienen ninguna lógica económica. Cuando España parecía el país donde el dinero salía de las piedras, pocos se plantearon un análisis coste-beneficio, pero hoy nadie puede defender esas obras. El coste era inasumible y ni siquiera ha servido para atender una demanda social porque en esos lugares escasean los pasajeros.
Ese tiempo parecía ya olvidado, pero entre las principales obras públicas previstas en la remodelación del Frente Marítimo de Santander se encuentran una nueva estación de pasajeros (sería la segunda del Puerto) y un recrecimiento de los muelles situados frente a la Comandancia para crear una línea de atraques de más de 800 metros de longitud exclusivamente para cruceros en la que podrían amarrarse simultáneamente tres barcos, una circunstancia que sólo se ha dado dos veces en la historia de la ciudad, si se incluye el ferry como tal.
Este año, Santander recibirá doce barcos de pasajeros, una cifra satisfactoria, aunque muy poco significativa para la economía local. Las compras que hagan los pasajeros en la ciudad no llegarán, ni de lejos, al millón de euros, lo que equivale a la facturación de una pequeña empresa familiar. Repartido entre todos los comerciantes locales de Santander, una gota en el océano. No obstante, siempre hay quien resulta más beneficiado y eso lo comprobaron satisfechos algunos de los que abrieron el domingo 12 de octubre, cuando llegó el ‘Aida Blu’. Otros, en cambio, creen que no les mereció la pena.
En cualquier caso, nadie rechaza la llegada de una clientela con alto poder adquisitivo. La duda está en si para conseguir aumentar mínimamente ese millón de euros anual que gastan los pasajeros es necesario invertir veinte o treinta veces más, construyendo un nuevo muelle exclusivo y otra estación marítima en Varadero, que usaría solamente el ferry.
Un potencial modesto
El potencial crucerista de Santander es modesto. Si bien tiene un buen emplazamiento en la Fachada Norte, no se trata de un corredor muy transitado por estos barcos de recreo, que prefieren mares más cálidos, como el Mediterráneo. Y la ciudad ya ofrece lo mejor que tiene: la posibilidad de desembarcar en el centro mismo, algo de lo que no puede presumir casi ninguna otra. Una ubicación imposible de mejorar con las nuevas instalaciones.
El salto cualitativo se produciría si alguno de los barcos eligiese Santander como base y utilizase la ciudad para sus aprovisionamientos, que generan mucho más gasto que las escalas. Ese es uno de los objetivos del Puerto, pero no será fácil, porque la programación de las compañías de cruceros es muy compleja. Sin eso, las perspectivas siempre serán modestas: Bilbao, con el atractivo indudable del Guggenheim, ni siquiera alcanza los tres millones de euros al año de facturación imputable a los cruceristas que llegan a la ciudad.
La distancia con los puertos del Mediterráneo, donde se concentran muchas de las rutas de recreo, es abismal. Frente a los 7.300 pasajeros que han traído los barcos arribados a Cantabria en el primer semestre del año, a Barcelona llegaron 999.985, lo que supuso un impacto económico de 96 millones de euros. Por los puertos canarios han pasado en ese periodo más de 408.000 pasajeros y por los de Baleares algo más de medio millón. El único puerto septentrional que tiene cifras relevantes, aunque no comparables, es el de Vigo, con algo más de cien mil pasajeros, pero es como consecuencia de su posición geográfica, que lo convierte en escala imprescindible para muchas rutas que parten del Norte de Europa y se adentran en el Atlántico.
No obstante, la evolución del mercado de cruceros en el Cantábrico es muy buena, a pesar de la crisis económica. No sólo han aumentado en Santander, donde la cifra de partida es tan pequeña que cualquier aumento es muy llamativo. En Bilbao ha bastado un semestre para casi igualar los movimientos de todo el año pasado y en Gijón lo han triplicado. Todos aspiran, como Santander, a convertirse en base de alguno de los barcos, por lo que no resultará fácil que, por el mero hecho de aumentar las instalaciones se disparen las visitas. Pero lo que parece más difícil aún es que su aportación a la economía de Cantabria llegue a ser realmente significativa.
Con estas perspectivas, construir un nuevo muelle para un solo barco al mes o dedicar siete millones de euros a una segunda estación marítima, especializada en cruceros, que estaría desocupada 29 días de cada 30, parece una inversión económica demasiado arriesgada. Incluso en el caso de que el dinero se obtenga de la venta de suelo portuario, como pretende el plan de remodelación de la fachada marítima.