No son los puertos, es el verdel
Para quien conozca los ingentes recursos públicos empleados en el sector pesquero cántabro, tanto en la renovación de barcos como en los puertos, el análisis de lo ocurrido el pasado año que se recoge en la Memoria del Consejo Económico y Social no puede sino causar perplejidad. No por los datos, que se limitan a reflejar la sensible caída de la pesca desembarcada en Cantabria en relación a 2009 (un 25% menos), sino por el hecho de que este descenso se atribuya a la comercialización en lonjas foráneas de parte de las capturas. Un desvío que el CES achaca a la falta de instalaciones adecuadas en Cantabria y a la existencia de mayores costes en el uso de los puertos locales, lo que empujaría a la flota a utilizar los de otras comunidades próximas.
La realidad es bastante distinta. La razón de que se haya desembarcado menos pesca en Santoña, San Vicente de la Barquera o Colindres, por citar sólo las mayores lonjas de la región, no está en la preferencia de los armadores por otros puertos, sino en las limitaciones impuestas a la costera del verdel, que provocó que las capturas realizadas el pasado año quedasen muy lejos de las conseguidas en 2009.
Los siete millones de kilos de esta especie que se venían comercializando en la lonja de Santoña se redujeron en 2010 a menos de tres millones, tal y como se fijó en el nuevo TAC (Total Admisible de Capturas). Afortunadamente, las flotas de los países nórdicos (Islas Feroe, Noruega o Dinamarca), que son los principales suministradores de verdel, pescaron poco ese año y eso facilitó que subiese la cotización de la pesca desembarcada en los puertos cántabros. Los veintitantos céntimos por kilo que se pagaron en Santoña en 2009, (antes del recorte en el TAC) se convirtieron en 47 céntimos un año después, gracias a la demanda de los principales países consumidores de verdel, como Hungría o Rumanía, y la procedente de las granjas de engorde de atún –las almadrabas de Túnez, Croacia o el sur de España–, que emplean ese pescado, muy graso, como alimento de los túnidos.
Menos capturas pero más valor
La recuperación de la costera de la anchoa también ha tenido su reflejo, pero no tanto en los kilos como en el mayor valor de la pesca desembarcada. Ocasionalmente, el desembarco de bocarte sí puede tener lugar en puertos del País Vasco, cuando la anchoa aparece muy al Este. Hay puertos como Ondárroa, con un buen mercado de fresco, que compite con el de Santoña, y donde hay compradores capaces de dar salida a partidas muy grandes y a buen precio. Pero las diferencias no son tan elevadas como para que a los pescadores cántabros les compense desembarcar en puertos lejanos a sus hogares y perder unas horas que podrían dedicar al descanso. Además, la demanda de la industria semiconservera asentada en varios puertos de nuestra región les suele proporcionar mejores precios por sus capturas en casa que fuera.
El alza en la cotización del verdel y la recuperación de la anchoa son factores que explican que, por ejemplo, en Santoña se subastaran catorce millones y medio de kilos en 2010, cinco millones menos que en 2009 y, sin embargo, los barcos ingresaran más. Los diez millones de euros facturados en lonja superaron en dos millones lo obtenido el año anterior. Una paradoja que se puede extender a todas las lonjas de la región y que invita a valorar las campañas no por volumen de pesca sino por su rendimiento económico. De acuerdo con ese criterio, 2010 no habría sido tan mal año, porque el descenso de las capturas se vio contrarrestado por el mayor valor de la pesca desembarcada, que aumentó un 8,4% su precio medio.
El desastre de la costera del bonito
Todo apunta a que la reducción de las pesquerías va a seguir siendo una constante, tal y como refleja la catastrófica costera del bonito que han padecido este verano la flotas del Cantábrico. Un desastre que nadie preveía y que el sector trata de explicar acudiendo a causas tan variadas como la elevada temperatura del agua o la actividad de los grandes barcos pelágicos, que pescan utilizando helicópteros de localización y artes tan extensas que atrapan todo tipo de peces. Hay quien lo atribuye, en cambio, a una modificación de las costumbres migratorias de los bonitos, quizá por haber encontrado el verdel, del que se alimentan, lejos de las aguas del Cantábrico.
Lo cierto es que la flota local ha tenido que navegar más allá de aguas irlandesas para poder encontrar el bonito y aún así con magros resultados. Los datos de la lonja santoñesa sirven como referencia de la caída experimentada por esta pesquería: Si a 31 de agosto de 2010 habían entrado en ella 650.000 kilos, este año apenas llegaron 120.000. Lo que supone este brusco descenso para el sector lo expresa el secretario de la Cofradía, Luis Herrera: “He visto costeras del bonito mejores y peores, pero tan desastrosa como la de este año ninguna, hasta el punto de que ha habido barcos que ni siquiera han salido a faenar, y eso nunca había ocurrido”.
Pero, como si la naturaleza quisiera compensar su forma de jugar con las esperanzas que los pescadores tenían puestas en el bonito, otras especies que se desconocían en el Cantábrico, como el chicharro azul, han ofrecido a la flota cántabra capturas con las que no contaban. No es mucho, pero para algunos ha representado un consuelo.