Los aviones ya llegan planeando

A 180 kilómetros de su destino, los pilotos comienzan a hacer descender los aviones, que durante la travesía vuelan a una altura de unos 11.000 metros. Si parasen los motores en ese momento, el aparato podría llegar sin problemas hasta el aeropuerto gracias a la inercia y a la sustentación que le dan sus alas, pero el protocolo de descenso tiene establecidas unas pautas concretas, que obliga a escalonar la pérdida de altura, y eso hacía imprescindible, hasta ahora, la ayuda de los motores. Desde el 5 de mayo en Santander y en Asturias ya no hace falta. Los aviones descienden por mero planeo, con los motores al ralentí y únicamente vuelven a ayudarse de ellos en los últimos once kilómetros, con el fin de facilitar la maniobra de aterrizaje y hacerla más segura.
La orden de Aena responde a una decisión del Ministerio de Fomento, con el objeto de reducir las emisiones de CO2 que originan los aviones en 600.000 toneladas al año, el equivalente a las que realiza una gran fábrica como Solvay.
Con la utilización del planeo en la aproximación, cada avión gasta entre 100 y 160 kilos menos de combustible y con ello el país se ahorra entre 300 y 480 kilos de CO2. La medida no comporta riesgos de seguridad y está plenamente aceptada por los pilotos, que la utilizan ocasionalmente. En algunos países nórdicos es habitual desde hace cinco años.

Implantación por etapas

Las ventajas son evidentes para las compañías, que reducen el consumo de combustible, y para el medio ambiente, pero los primeros en beneficiarse son los habitantes de las localidades que se encuentran en la trayectoria de aterrizaje, que se ahorran entre 4 y 6 decibelios de ruido. Los únicos perjudicados son los pasajeros, pero muy moderadamente, ya que el viaje dura entre uno y dos minutos más.
A pesar de las ventajas, la implantación del ‘aterrizaje verde’ no es sencilla, dado que ese alargamiento de los tiempos y la nueva trayectoria continua de descenso –sin tramos horizontales– obliga a recalcular los slots, los pasillos de tiempo que se asignan a cada vuelo para el aterrizaje. Eso hace que resulte más fácil de introducir en aeropuertos con pocos movimientos. Aena lo ha estado utilizando desde el pasado verano en algunos de los más transitados del país, pero sólo lo había puesto en práctica en horario nocturno, cuando la separación entre vuelos es mucho mayor. Para la implantación en horario diurno ha elegido Santander (con quince aterrizajes de promedio al día) y Gijón (con veinte). Una vez comprobados los problemas prácticos del reajuste de trayectorias, el planeo se extenderá progresivamente a once aeropuertos más, con vistas a utilizar siempre que sea posible este sistema de eficiencia energética y ambiental.

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