La Vela varada, el megaproyecto de Calatrava que naufragó en Roma

Se presupuestó en 60 millones y se paró cuando iba por 240. Se calcula que finalizarla dispararía el coste a 650 millones

Iba a ser un megaproyecto deportivo y de servicios que daría vida a Tor Vergata, un páramo ubicado a solo doce kilómetros del centro de Roma. El prestigioso arquitecto valenciano Santiago Calatrava fue el encargado del diseño y presentó un ambicioso proyecto, una espectacular estructura blanca de enrejados triangulares conocida hoy como la Vela de Calatrava, cuyo perfil recuerda a una inmensa aleta de tiburón.

El proyecto fue impulsado en 2005 por el Ayuntamiento de Roma, con un presupuesto inicial de poco más de 60 millones de euros. Pero en esta capital, tan apegada a la religión cristiana, ocurrió de nuevo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces y los costes comenzaron a crecer de forma exponencial. Tras la licitación de las obras por concurso, la adjudicación ya resultó bastante más cara de lo previsto: 120 millones.

Entre 2006 y 2007, aunque la construcción apenas avanzaba se recalculó el coste total hasta situarlo en 240 millones, y en 2011, cuando Roma presentó su fallida candidatura para ser sede de los Juegos Olímpicos de 2020, se decidió reactivar las obras inyectando más dinero, pero la cifra resultaba cada vez más inabordable. En ese momento ya se calculaba que, con lo que restaba para acabar obra, el coste definitivo se elevaría a 660 millones de euros, más de diez veces lo previsto inicialmente.

La inmensa obra solo sirve para satisfacer la curiosidad de los pocos turistas que se acercan atraídos por su carácter polémico.

A pesar de que el proyecto permanece paralizado desde 2009, los más de 240 millones de euros gastados en él hasta entonces ni siquiera permiten un uso funcional de alguna parte del enorme complejo.

Tor Vergata, al sureste de Roma, es una zona que acoge una universidad joven que compite con la histórica y prestigiosa La Sapienza. Muchos estudiantes la prefieren por su enfoque en carreras técnicas, su menor masificación y su ambiente. Sin embargo, la primera impresión que ofrece el lugar es la de un extenso y desolado páramo salpicado de grandes edificios aislados, entre los que destaca la sede de la Agencia Espacial Italiana, orgullosa de haber sido pionera en Europa occidental, al poner en órbita un satélite en los años sesenta.

Fue allí donde se proyectó la Ciudad Deportiva que debía inaugurarse con los Mundiales de Natación de 2009. Estaba prevista la construcción de dos pabellones cubiertos, uno para baloncesto y voleibol, y otro para natación. Solo en uno de ellos se llegó a levantar parte de la cubierta: la Vela que hoy domina el paisaje. En torno a estas instalaciones se planeaban más piscinas olímpicas de entrenamiento, una pista de atletismo, una torre de unos 90 metros que albergaría el rectorado de la Universidad e, incluso, un campus para estudiantes y atletas.

Ahora, después de muchos años paralizada, una joven arquitecta del equipo que muestra las instalaciones no oculta su frustración: “¿Cómo se le pudo ocurrir a alguien encargar este proyecto a Calatrava, cuando son de sobra conocidos los graves problemas de sus diseños?”. Las hemerotecas recogen tanto grandes obras del arquitecto en lugares emblemáticos como Nueva York o Malmö (Suecia) como sonadas polémicas por sobrecostes y defectos, como los puentes que construyó en Italia, la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia o el resbaladizo puente de Bilbao, peligroso en días de lluvia.

A Calatrava se le atribuye parte de la responsabilidad por haber presentado una estimación inicial poco realista, pero la sombra de la corrupción también planea sobre este descomunal proyecto. Dos altos cargos públicos responsables de la gestión de las obras fueron condenados por otras construcciones en las que se probaron sus conductas delictivas. Sin embargo, el Tribunal de Cuentas italiano no ha hallado en La Vela responsabilidades penales, limitándose a señalar “insuficiencias de diseño y financiación”.

El proyecto de Calatrava, tal como debería haber quedado a su finalización.

La singular silueta de La Vela ha llegado incluso al imaginario popular. Algunas escenas de la exitosa serie italiana Suburra —centrada en las redes mafiosas que intentan controlar Roma mediante el chantaje a autoridades municipales y del Vaticano— fueron rodadas bajo la Vela–aleta de tiburón de Calatrava.

Un uso puntual para el Jubileo

Desde entonces se han barajado múltiples propuestas para aprovechar ese espacio: desde convertirlo en un recinto para conciertos multitudinarios hasta transformarlo en un jardín botánico con invernaderos de alta tecnología. También hay voces que reclaman su desmantelamiento por el impacto negativo que, según argumentan, tiene sobre el paisaje.

Sin embargo, algo comienza a moverse, y no para concluir el proyecto. Con motivo del Jubileo de 2025 (este año es Jubilar en Roma) se han destinado más de 30 millones de euros para labores de mantenimiento y que pudiese acoger el Encuentro de la Juventud. Esos miles de jóvenes han sido los primeros en utilizar —parcialmente— las instalaciones de un sueño colosal que nació con promesas olímpicas y que, dos décadas después, solo es una vela carísima varada en mitad de un páramo.

Pedro Luis Arroyo (Roma)

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