Los 0,86 euros de Ryanair
Los contagios no son exclusivos de algunas enfermedades. La política lo está contagiando todo y basta ver que en festivales y espectáculos taurinos la canción del verano ha sido la de ‘Pedro Sánchez, hi-jo-pu-ta’ cantada a grito pelado por jóvenes y no tan jóvenes. La crispación también ha llegado al mundo empresarial, dentro y fuera del país. Ya estábamos acostumbrados a que el consejero delegado de Ryanair, de la misma escuela que O`Leary, se pronuncie como si estuviese en el Far West pero la carta de respuesta del presidente de AENA –solo un poco más educada– va mucho más allá de lo que solíamos ver. Pocas veces alguien deja tan claro que está siendo sometido a un chantaje y que se encare públicamente con su principal cliente.
Es cierto que la compañía irlandesa ha democratizado la forma de viajar en avión. De no haber existido, es probable que tampoco hubiesen aparecido otras aerolíneas de bajo coste y que las convencionales nunca hubiesen moderado sus tarifas, porque esa competencia también les afecta en las rutas donde coinciden. Es seguro, también, que sin su contribución, España estaría aún lejos de llegar a los cien millones anuales de visitantes, pero ninguna de esas razones es suficiente para justificar su forma de negociar con las administraciones, a las que somete a una coacción permanente: o me pagas más o me voy.
Ryanair consiguió reflotar los pequeños aeropuertos regionales, despreciados por las grandes compañías, y les abrió las puertas del mundo, con vuelos internacionales a precios ridículos que ni sospechábamos que pudiésemos llegar a tener. Tan inimaginable era que solo un año antes de que el Gobierno regional del PRC-PSOE negociase la llegada de la aerolínea irlandesa a Parayas, el ministro popular Álvarez Cascos había suprimido la terminal de Internacional del aeropuerto cántabro porque en todos sus años de existencia solo registró un vuelo chárter.
Por mucho que le tengamos que agradecer, Ryanair no es una ONG, como no lo es ninguna empresa. Llega para ganar dinero; el problema está en su forma de conseguirlo. Sabe que tiene una posición de fuerza y que perder destinos es un mal trago para cualquier gobierno regional, que está atrapado por una opinión pública que solo ve la parte que quiere ver: la disponibilidad de vuelos baratos a tantos destinos como sea posible, y a la que le suele resultar indiferente cuánto dinero público haya que soltar para conseguirlo.
La compañía irlandesa, que el pasado año subió sus precios un 21%, no acepta que le suban un 6,5% las tasas aeroportuarias después de 10 años
Todos los meses tenemos la referencia de lo que crecen o decrecen los pasajeros del Seve Ballesteros, pero nunca tenemos constancia de cuánto le cuesta al Gobierno de Cantabria cada uno de esos usuarios (a veces más de lo que paga el propio pasajero) porque durante años se ha considerado un acuerdo secreto entre las partes (¿puede haber secretos con el dinero público?) o para que no se entere Bruselas, que ha acabado por tragar con la tesis de que ese dinero es para promoción publicitaria de la comunidad autónoma en los aviones, aunque nadie se engaña sobre lo que realmente se está pagando, y si los funcionarios europeos aceptan esta alteración de las normas de competencia es porque son conscientes de que es la única vía que tienen los pequeños aeropuertos y muchas regiones para hacerse un hueco en el mapa aéreo internacional.
Ryanair no solo pide cada día más subvenciones. También exige que no se le suban las tasas aeroportuarias y, cuando alguien lo intenta, se lanza a una campaña difamatoria asegurando que eso no pasa en ningún otro lugar, lo cual es absolutamente incierto. En España las tarifas de AENA han estado congeladas desde 2014, exceptuando una única subida, porque así se determinó por ley, y la subida que plantea para 2026 también es conforme a lo que la ley le permite. Por cierto, una subida tan poco escandalosa como 0,86 euros por pasajero, una cuantía que no llevará a ningún cliente a renunciar a volar. Lo curioso es que, quien pone el grito en el cielo por este incremento de las tasas en un 6,5% es el mismo que el año pasado aplicó una subida media del 21% en los billetes de sus aviones, como le ha respondido el presidente de los aeropuertos españoles al CEO de Ryanair.
En el caso de los aeródromos regionales, como Parayas, AENA aplica una bonificación muy relevante, al cobrar solo dos euros por pasajero añadido, mientras que la tarifa media en los aeropuertos españoles es de 10,35 euros.
Con estas cifras en la mano es evidente que la campaña de desprestigio puesta en marcha por la compañía aérea, en la que acusa a nuestro país de ser enemigo de los turistas, es la misma basura que ha esparcido sobre en los dos últimos años con las autoridades públicas de Alemania, Francia, Bélgica, Portugal, Italia, Grecia, Austria, Países Bajos, Dinamarca y Reino Unido, a las que ha tratado de intimidar porque no le daban lo que pedía.
La compañía irlandesa parece jugar con fuego, porque al cerrar las rutas que ha anunciado puede perder los slots de despegue y aterrizaje en los aeropuertos principales, donde no es fácil conseguir un buen horario y menos aún recuperarlo después de haberlo abandonado, ya que muchas compañías pugnan por ellos. Si asume ese riesgo, lo probable es que tenga otras cartas en la mano, como destinar esos aviones a líneas que le resulten más rentables, aprovechando que las fábricas de aviones no están siendo capaces de atender la demanda y algunos competidores se encuentran con problemas para mantener las suyas o para atender el aumento de viajeros. Lo único seguro es que Ryanair no tiene ninguna intención de dejar sus aviones en tierra, porque esa es la menos rentable de las opciones.
Para Cantabria es una gran decepción y un problema grave para el Gobierno de María José Saenz de Buruaga, que ha visto reducirse el número de pasajeros del Seve Ballesteros prácticamente cada mes desde que tomó posesión. Los nuevos destinos que va a sacar a concurso pueden compensar parte de la pérdida de viajeros que supondrá el cierre de las líneas a París, Milán, Viena y Roma, pero es muy improbable que los nuevos destinos tengan la relevancia estratégica (para el turismo y los negocios) de estos enlaces que ahora se suprimen. No se pueden aceptar los chantajes pero tampoco se puede perder lo que tenemos, porque, en nuestro caso, llueve sobre mojado.



