¿Cuánto puede costar el enfado de Madrid?

El común de la población da por sentado que los gobiernos tienen un comportamiento sectario, que incluso llega a parecer comprensible, algo difícil de entender cuando se trata del dinero público y que en otros países sería motivo de escándalo. De acuerdo con esta teoría, si el PP gobierna en Madrid y no lo hace en Cantabria, dejará de llegar dinero y, en cambio, deberá fluir con generosidad cuando las dos administraciones son del mismo color.
Nadie duda de que esto ha pasado, pasa y puede seguir pasando, pero lo cierto es que cada vez hay menos margen, porque el papel del Estado se ha reducido bruscamente tras las últimas transferencias y, en consecuencia, ha crecido el porcentaje de gasto sobre el que tiene absoluta soberanía la administración autonómica. Ministerios que en el pasado fueron tan inversores como Sanidad o Educación ya son sólo cascarones vacíos que se encargan de firmar el cheque anual de la transferencia, cuya cuantía es inamovible, y es la autonomía la que hace el gasto en estas materias con absoluta libertad.
En manos del Estado queda, no obstante, el gran ministerio inversor: Fomento, responsable de carreteras, trenes, aeropuertos y (sólo nominalmente) puertos.

La respuesta de Cascos

La primera reacción del electorado ante el pacto de Gobierno PRC-PSOE fue imaginar una posible reacción airada de Alvarez Cascos, que no suele andarse con contemplaciones y mucho menos en Cantabria. Sin embargo, los precedentes no obligan a apostar por el escenario más negativo. Tras perder el PP la presidencia del Principado de Asturias a consecuencia del escándalo Marqués, el ministro de Fomento, que lo tomó como una afrenta personal en su tierra de origen, no sólo no cerró el grifo de las inversiones, sino que se lanzó a una avasalladora campaña de anuncios de nuevas actuaciones, recorriendo Asturias de punta a cabo, como una especie de gobierno paralelo itinerante, con el objeto de capitalizar las obras y desplazar en el mínimo plazo posible a los socialistas del poder autonómico.
La apuesta de Cascos ya hemos visto que no le ha dado el resultado político previsto pero ha permitido prácticamente acabar la Autovía del Cantábrico hasta Oviedo (menos el tramo de Llanes, donde mantiene un enfrentamiento personal con el alcalde socialista de la villa). Cascos anunció también el superpuerto de Gijón, un proyecto que cogió por sorpresa a los propios gijoneses, que ni siquiera lo habían reclamado.
El resultado fue un plan septenal de inversiones en Asturias por valor de 660.000 millones de pesetas, frente a los 160.000 del plan cántabro.

Las carreteras

En Cantabria es improbable que ocurra lo mismo, pero también es improbable que llegue mucho menos dinero del previsto, al menos en carreteras. Todos los tramos de la autovía con la Meseta están licitados y la mayor parte en ejecución, por lo que deberán ser concluidos en el plazo previsto, probablemente con algún adelanto, porque el método alemán ya ha demostrado que impulsa a las empresas adjudicatarias a tratar de acabar lo antes posible para cobrar también cuanto antes.
No ocurre lo mismo con la Ronda de la Bahía y el tramo que resta para concluir la Autovía del Cantábrico (Zurita-Parbayón), vinculados entre sí, dado que el Ministerio optó por hacerlo de peaje y forzar al adjudicatario a construir gratis, a cambio, la ronda de circunvalación de Santander. A pesar de que teóricamente no le cuesta dinero al Estado, esta obra se ha retrasado largos años, pero al menos la autopista de pago está en las últimas fases de su tramitación administrativa. Es la parte más débil y podría demorarse la licitación, pero lo cierto es que la autonomía de Cantabria nunca hasta ahora ha hecho presión política para acelerar este proyecto y parecía haber una especie de tácita espera a que se concluya la Autovía de la Meseta.
Con respecto a la Autovía Dos Mares, que iba a unir Cantabria con el Valle del Ebro y a evitar que el tráfico pesado del norte tuviese que pasar por Bilbao, el propio Cascos descalificó públicamente el proyecto y a sus mentores dudando de su cordura (probablemente no era consciente de que había salido de su propio Ministerio) por lo que hay que entender que ya estaba totalmente descatalogado antes del cambio de Gobierno.
Las cosas pueden ponerse también difíciles para el tren de alta velocidad aún en proyecto, pero los plazos previstos siempre han sido muy largos en el tiempo y a raíz de la cadena de accidentes ferroviarios, el Ministerio tendrá que replantearse una redistribución de las inversiones que preste más atención al mantenimiento de las vías convencionales, en vez de apostar exclusivamente por los nuevos trazados de alta velocidad.
Los puertos se autofinancian

En los puertos, las inversiones se hacen ya casi exclusivamente con el dinero que generan por sí mismos, por lo que poco pueden cambiar las circunstancias. Y el aeropuerto acaba de ser remodelado, lo que hace aún más inexplicable que se le vaya a someter a otra nueva remodelación que obligaría a deshacer parte de la anterior, que conllevó años de incomodidades. Sin embargo, poco antes de las elecciones, Cascos presentó un proyecto para que los pasajeros accedan directamente al avión desde la planta superior a través de una pasarela, en lugar de hacerlo por la pista, lo que obligará a una completa redistribución de la terminal. Se haga o no se haga, no parece justificado que la interminable reforma anterior deba ser tan severamente rectificada a los dos años.
En medio ambiente, las cosas no están claras. El Saneamiento del Besaya se encuentra aún a medias y el Gobierno del PP no parece dispuesto a cumplir el compromiso que en su día adquirieron los socialistas de asumir todo el coste que supone garantizar el abastecimiento de agua a Santander, al declarar la obra de interés general. Gil no consiguió hacer valer esta condición durante el Gobierno Martínez Sieso y, por mal que vayan las cosas, no parece que Madrid pueda replegarse aún más en este tema.

El mayor peligro

El peligro más flagrante viene a través de la sanidad. El pacto para la financiación del nuevo Hospital Valdecilla garantizaba el pago de las dos primeras anualidades, que ya están abonadas, pero en la letra pequeña se dice que las siguientes se liquidarán en función de las disponibilidades presupuestarias del Estado. Esto, que por sí mismo ya representaba un notorio riesgo con Martínez Sieso en el poder, añade nuevas incertidumbres con un gobierno de otro color. Madrid podría sostener que no está por el momento en disposición de hacer nuevas aportaciones, y detener o ralentizar extraordinariamente el curso de la obra. En ese caso, la autonomía de Cantabria tendría serias dificultades financieras para adelantar el dinero.
En el resto de los ministerios sólo hay otra inversión relevante: la futura Biblioteca que se construye en el antiguo depósito de Tabacalera. Dado que la obra ya está en ejecución, y con cierto retraso, sólo es responsabilidad de la empresa adjudicataria concluirla.
Como se puede comprobar, hay muchas obras sobre las que ya no podría tener repercusión un cambio de gobierno, pero hay otras menos seguras. En cualquier caso, fuentes de la Administración central recomiendan aplicar el sentido común: es imposible que un Ejecutivo, sea del color que sea, opte por una política tan sectaria que le lleve a abdicar de todas sus responsabilidades en aquellas comunidades donde no gobierna por la simple razón de que entonces tendría que concentrar la inversión pública en un puñado de comunidades autónomas, en este caso, en Galicia, Castilla y León, Navarra, Valencia, Murcia y Baleares, lo que dejaría al margen más de medio país.

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