Las empresas cántabras apenas acuden al capital riesgo

El santanderino Antonio Ortega es el secretario general de ASCRI, la asociación de empresas de capital riesgo y lamenta el poco uso que se hace en España de esta herramienta financiera. Pero tampoco está muy satisfecho de un entorno cultural y administrativo que no propicia el emprendimiento. En su opinión, el sistema educativo español se preocupa de muchas otras cosas, pero no de potenciar el espíritu empresarial: “La aventura o el riesgo son conceptos casi prohibidos”, dijo en una charla organizada en Santander por el despacho de abogados Ubaldis. “Y en ese clima no se crean emprendedores”, sentenció. “Desgraciadamente, los empresarios no salen de las universidades, y conste que yo soy un enamorado de la universidad”.
Si el factor cultural no ayuda en España, el administrativo aún menos, en su opinión. “Tiene que haber leyes más proactivas, pero las leyes las hacen los funcionarios, no los políticos, y un ejemplo es la Ley de Emprendedores, que aporta muy pocas cosas”.
Ortega cree que hay que cambiar la mentalidad de la Administración pública, “para que no sea un calvario montar una empresa”, pero también la del sector privado, porque cree que las empresas españolas se han hecho excesivamente dependientes de la banca. Mientras que en los países anglosajones los bancos sólo son su tercera fuente de financiación y prefieren acudir a los mercados de capitales, en España es casi la única opción que contemplan para conseguir dinero.
Una de las circunstancias que lo ha propiciado son las restricciones que durante algún tiempo limitaron a las empresas de capital riesgo a invertir en pymes de componente tecnológico, temporalmente y con participaciones minoritarias.
El abanico de opciones se ha abierto, con operaciones tan importantes como las de Panrico o Cortefiel, pero Ortega reconoce que la mayoría se siguen haciendo en pequeñas y medianas empresas (el 95% de las inversiones no superan los 5 millones de euros). También se ha roto con la teoría del socio minoritario y algunas compañías de capital riesgo no han tenido ningún complejo en adquirir participaciones mayoritarias para controlar las empresas en las que entran. Lo que no ha cambiado ni va a cambiar es la temporalidad, porque el negocio de estas sociedades está en las plusvalías que obtienen al revender sus participaciones.
El capital riesgo se fija en compañías con un buen equipo gestor y perspectivas de crecimiento muy altas, aunque esas expectativas luego sólo se cumplan en tres o cuatro de cada diez inversiones, según Ortega.

Las ventajas del capital riesgo

En Cantabria ha habido operaciones significativas, como las de Gerposa o Bravo, pero apenas se utiliza esta vía de captación de recursos. El capital invertido sólo supone el 0,2% del total nacional, a pesar de que en la región operan cinco fondos: Cantabria Capital, Sodercan, Banesto, Corpfin Capital y Sodercan, que participan en 15 empresas, con 68 millones de euros, una cartera demasiado modesta para el peso económico real de la comunidad.
Esto no contribuye al desarrollo de la región, en opinión de Ortega, “porque el capital riesgo es un factor dinamizador y las empresas donde está presente son estadísticamente más rentables que la media”.
Entre las muchas ventajas que desgrana Ortega coloca, en primer lugar, su condición de fondos propios de la empresa, lo que le evita pagar costes financieros por ese dinero que necesita. La propia inversora también suele ayudar en la búsqueda de financiación adicional, si es necesaria.
Las sociedades de capital riesgo son las primeras interesadas en el éxito de las compañías en las que participan, y además de apoyar la gestión procuran atraer talento hacia ellas, en forma de consejeros independientes, “una figura que resulta esencial en el mundo de la empresa familiar”, enfatiza.
Los inversores aportan un plan estratégico, algo que no tiene casi ninguna empresa familiar, y un plus de profesionalización “que no es apartar a la familia de la gestión de la emprea, sino conseguir que sus miembros se comporten como profesionales”, aclara el secretario de la patronal del sector.
Dado que el auténtico leit motiv del capital riesgo es el crecimiento, la expansión y la diversificación de las compañías en las que invierten, hacen que las empresas se conviertan en más ambiciosas y Ortega está convencido de que “las pymes españolas tienen que crecer como sea, porque tenemos más ‘pys’ que ‘mes’”, resume refiriéndose a la pequeño dimensión de la inmensa mayoría.
En esa búsqueda del tamaño, el capital riesgo también suele ser una palanca para impulsar su internacionalización.

Una salida para conflictos familiares

Pero quizá el elemento más interesante para muchas empresas familiares sea disponer de un socio que puede resolver los enquistamientos internos, propiciando la sustitución de accionistas tradicionales o la posibilidad de comprar las participaciones de socios que quieran desinvertir. También facilitan el relevo generacional y están preparados para impulsar maniobras de fusión o adquisición, que pueden resultar complicadas o financieramente inabordables para las familias fundadoras, o incluso preparar una salida a bolsa.
Acertar con el matrimonio adecuado al elegir una sociedad de capital riesgo depende, según Ortega, del perfil que se busque, puesto que no todas tienen las mismas características: “Unas ponen más pasión en el dividendo; otras tienen más conocimiento del sector; unos fondos tienen más prisa por desinvertir que otros…”
En los pactos de salida que fijen ambas partes puede establecerse, no obstante, el periodo mínimo que se mantendrá la inversión o la posibilidad de proceder a una venta completa de la compañía a los inversores en un futuro.
El catedrático de Derecho Mercantil y presidente de Ubaldis, José Luis Yela, que presentó el acto, definió al capital riesgo como “el mejor aliado para un empresario; una opción para todo aquel que tenga un producto interesante”.

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